lunes, 24 de septiembre de 2012

SEVILLA Y MANZANARES, MANZANARES Y SEVILLA


Cuando José María Manzanares terminó su vuelta al ruedo después de dar muerte al quinto de la tarde, se fundió en un abrazo interminable con José María Manzanares. Padre e hijo eran conscientes de que en esa tarde el más joven había alcanzado la gloria del toreo: puede haber otras plazas de toros y otras aficiones, pero el torero que es capaz de llevar al éxtasis (o al extásis, como diría Paula) a la afición de Sevilla, alcanza la gloria del toreo. Y eso es lo que el joven Manzanares logró ayer en la Maestranza. A partir de ahora no ocupa Morante el primer lugar en las pasiones taurinas de Sevilla: lo que su padre, también adoptado por la afición maestrante, no consiguió nunca (desplazar a Curro) lo ha logrado el hijo. Eso deberían pensar los dos mientras se fundieron en el interminable abrazo.

No se puede torear más despacio y con más temple. El joven Manzanares dejó sobre el albero una obra maestra del arte de la tauromaquia. Una obra efímera que quedará grabada en la memoria de los que pudimos contemplarla (y también en youtube para los que no estuvieron allí pero, claro, no es lo mismo). Venía Manzanares dispuesto a triunfar a toda costa, y lo consiguió. Desde las verónicas a pies juntos o con el compás abierto y la excelsa media abelmontada con que terminó de recibir a su primero tras la larga a portagayola (esta vez sí que tuvo criterio la música) hasta los redondos interminables y lentísimos que ejecutó en el quinto. Tiene Manzanares  tal poder y tal temple con la derecha que en la faena al primero se llevó un tantarantán por haberse rebozado con el toro hasta el extremo de que cuando terminó el pase tenía los pitones del núñezdelcuvillo en la espalda. Para terminar de poner Sevilla a sus pies sólo le falta mejorar su torero al natural y completar su repertorio con unos kikirikí o unos pases de la firma para culminar las series con la izquierda (que se haga con todo lo que haya grabado de Curro, o que le pida al Maestro que le enseñe cómo se hace tentando unas becerras).

Después de ver a Manzanares, Talavante ha quedado como un torero voluntarioso pero vulgar. Y eso que aceptó el reto y trató  de competir y de estar a la altura. Si Manzanares se fue a portagayola en su primero, Talavante lo hizo en el segundo (dice el extremeño que por primera vez en su ya larga trayectoria torera). Talavante tiene valor, pero su toreo es frío (para los gustos de Sevilla, claro) y carece del don del temple. Sus faenas fueron aceleradas y los lances casi siempre acababan con las telas enganchadas. Al sexto, un núñezdelcuvillo que no era un carretón, vaya que no tenía la nobleza marca de la casa y presentaba dificultades y cierto peligro, no supo o no quiso verlo ni le dio las distancias adecuadas, y lo pasaportó con una faena voluntariosa pero bastante insulsa.

Así que Manzanares le mojó la oreja a Talavante en el mano a mano, del mismo modo que Núñez del Cuvillo le mojó la oreja a Juan Pedro Domecq. No es que los núñezdelcuvillo fueran un dechado de virtudes, pero superaron a los flojos juanpedros que, aunque esta vez parecían bien escogidos, demostraron que esa ganadería tiene un problema serio en sus reatas.

Además de ver torear a Manzanares como lo harían los mismísimos ángeles (si es que los ángeles torean), hemos visto un magnífico tercio de banderillas a cargo de su magistral cuadrilla. Una lección torera de cómo se hace la brega de un toro.

En fin, que al menos hemos terminado el abono con dos alegrías. Una porque hemos podido deleitarnos con el toreo de verdad (no todo lo importante ocurre en Nimes), y por otra porque Luis Blázquez sólo salió con contusiones después de una cogida que hizo temer la tragedia.

¡Ya era hora!


domingo, 23 de septiembre de 2012

NO ME PERDÍ NADA


Ayer no pude ir a los toros pero, leídas las crónicas, es evidente que no me he perdido nada. Todo sigue igual (de mal).

sábado, 22 de septiembre de 2012

¡¡¡EUREKA!!!


Eso es lo que dicen que gritó el sabio cuando descubrió por qué algunos cuerpos flotan en el agua y otros se hunden. ¡Eureka! Es como un grito de triunfo: lo he descubierto, por fin sé lo que pasa y ya puedo quedar tranquilo. Pues ayer, cuando salía de la Maestranza yo también pude gritar ¡Eureka! Me explicaré.

Ayer comenzaba el ciclo final de la temporada en Sevilla. Cuando compramos los abonos se anunciaba para este día un encierro de Juan Pedro Domecq que lidiarían los novilleros triunfadores de la temporada. Cuando se formalizó el cartel se anunció a Rafael Cerro, Tomás Angulo y Gonzalo Caballero. Se supone que novillos y espadas que compondrían un cartel de lujo para inaugurar el ciclo otoñal. Ya saben, novilleros codiciosos y pujantes, quizás a punto de convertirse en matadores de toros, con novillos de esos que han sido calificados de patanegra, la flor y nata del campo bravo, lo mejor de lo mejor, la estirpe que garantiza el éxito de las figuras por su bravura y su nobleza. La sangre que ha colonizado casi todas las ganaderías que se anuncian por los ruedos españoles y franceses. ¡¡Casi nada!!

Bueno, pues nada de lo que pasó en el ruedo tuvo que ver con eso. Según la base datos de Portal Taurino entre los tres espadas no sumaban en la temporada ni 25 festejos: Rafael Cerro, que abría el cartel, había toreado hasta ayer 9 novilladas , Tomás Angulo 4 y Gonzalo Caballero 8. ¿Esos son los novilleros triunfadores de la temporada? Ah! Perdón, será de la temporada sevillana. No estoy desmereciendo a los jóvenes espadas, que mostraron ganas y más o menos conocimientos en ésta su última aparición en Sevilla. Pero ¿no hubiera sido mejor anunciar a los novilleros que lideran el escalafón en estos momentos? Torear juanpedros en la Maestranza sería un buen premio para los más esforzados y una demostración de que los carteles se ganan día a día, en el ruedo y no en los despachos.

Y ahora los novillos. ¡Qué desastre! los patasnegras, desigualmente presentados, fueron blandos y descastados hasta la desesperación. Eso sí, nobles en grado sumo como se espera del encaste: ya saben, bobalicones de esos de pasapacá y pasapallá. Yo creo que Varapalo (nº 75) le pidió perdón a Caballero por el revolcón que le propinó por estar donde no debía estar. Toros tontorrones que embestían con los hocicos y no podían con su alma.

De modo que como la tarde, además de calurosa, fue de un aburrimiento soberano, me puse a cavilar sobre lo que estaba sucediendo en el ruedo. A ver... Si la empresa dice que sus veedores traen lo mejor que hay en el campo bravo y si los juanpedros son el resultado de la muy cuidadosa selección llevada a cabo por el malogrado sabio de la ganadería brava que fue Juan Pedro Domecq Solís, ¿Por qué los toros de este encaste que salen al ruedo maestrante son tan malos? ¿Por qué se caen nada más pisar el albero? ¿Por qué su comportamiento es tan descastado? ¿Por qué son tan tontorrones? ¿Por qué aburren hasta a las moscas?

En eso estaba cuando se lidiaba al citado Varapalo que cerraba el festejo y que fue el único que medio se movió, no se rajó escandalosamente ni masticó el albero. Claro que tampoco se picó, ni se le hicieron quites ni nada de nada, y Gonzalo Caballero lo cuidó como si en vez de en una plaza de toros hubiera estado en un hospital veterinario. Nada hizo que justificara el aplauso con el que fue despedido (ni la faena del novillero justificó la oreja que le regaló el presidente). A lo largo del festejo habían pasado otras cosas. El presidente no devolvió por lo menos tres de los juanpedros que eran inválidos absolutos. La banda de Tejera atacó el pasodoble en el quinto de la tarde justo después de que Tomás Angulo terminara una serie con la derecha en la que hizo que el novillete pasara pacá y pallá incitándolo literalmente con el pico de la muleta: con el pico que forma en la muleta la punta de la ayuda. El público pidió las oreja del quinto de la tarde, después de una faena vulgar y sin mérito alguno, y del sexto (ésta la concedió el presidente sin criterio alguno). En fin, un desaguisado detrás de otro.

.Pues en esto estaba, cuando de pronto se encendió la luz: ¡¡Eureka!! Había descubierto la causa del desastre. No sólo de la novillada de ayer, sino de todo lo que ha ocurrido durante la temporada (y en la anterior, y en la anterior...). La causa de todo está en el albero maestrante. Sí señores, si ni la empresa tiene la culpa denada y trata de ofrecer lo mejor de lo mejor en ganado y lidiadores, si las ganaderías traen lo mejor que tienen en el campo, si la autoridad competente cumple con su obligación y piensa que defiende los intereses de los aficionados y hace respetar el reglamento, entonces la culpa de todo la tiene el albero. Mejor dicho, los efluvios que, con el calor, desprende el albero después de ser convenientemente regado por los areneros antes de comenzar el espectáculo. Los efluvios del albero hacen que los toros se caigan y se vuelvan tontorrones; que los matadores muestren todas las malas artes ventajistas de que son capaces... Que el presidente no vea que lo que está pasando en el ruedo es una estafa en toda regla. Que la música toque cuando no tiene que hacerlo y que los públicos pidan orejas por faenas vulgares o que aplaudan toros que han tenido comportamientos indignos del ganado bravo.

Es evidente. Por eso ayer fue el último novillo el que medio se comportó, porque el albero ya estaba seco después de la tarde de calor insoportable. Claro que a esa hora todavía llegaban los últimos efluvios al palquillo presidencial, a la grada de la música y a los tendidos. Si no, no se explica.

De modo que, descubierta la causa de lo que está pasando en la plaza de toros de Sevilla, hay que poner remedio. Al menos yo no renuevo mi abono hasta que los maestrantes no saquen todo el albero de la plaza y lo sustituyan con arena de cualquier otro sitio. Quizás la Empresa Pagés debería preguntar de dónde procede el que forma el piso del anfiteatro de Nimes, en donde dicen que suceden cosas que cambian la historia de la tauromaquia.