viernes, 16 de abril de 2010

TOROS DE FACTORY


Qué bien estuvo Boni ayer en lo que le tocó hacer en la Maestranza. Un gran torero que tuvo el pundonor de no descubrirse en su turno de banderillas porque uno de los palos no había quedado en su sitio, aunque las había puesto a ley. Pero mejor todavía fue su lidia al quinto de la tarde, un toro impresentable que salió como sobrero y que El Cid ni pudo ni quiso torear. Sí señor, Boni salvó la tarde. De no ser por su profesionalidad y su torería los aficionados habríamos salido de la plaza con la firme decisión de no volver a pisarla. Porque lo que vimos en el ruedo, al que habíamos ido con expectación, fue un espectáculo impresentable, por ser benigno en el juicio.
Vayamos por partes. En primer lugar Victorino Martín, que vio la corrida junto con su hijo desde el palco del convite, trajo a la Maestranza un encierro impresentable. Sólo pudo pasar porque la Autoridad de esta plaza no hace lo que debe: defender al público. De partida hubo una cosa extraña: en la tablilla de reconocimiento y pesaje sólo aparecían siete victorinos, seis para la lidia y un sobrero. Después se reseñaba otro sobrero de Javier Molina, una ganadería sevillana de tercera división que procedía de Guardiola, pero que ha cambiado toda la sangre por encastes de Domecq. Otro toro de este mismo hierro había sido rechazado en el reconocimiento. Pero el presidente dejó pasar los siete victorinos cuando resultó evidente que debió haber devuelto más de uno por falta de trapío para una plaza como ésta. El encierro parecía de rebajas; el resultado de lo que ahora llaman en el comercio con el feo palabro de destockage que suele ir destinado a esos nuevos centros comerciales que llaman factory. Un encierro desigual, con cuatro cinqueños (uno de ellos de octubre de 2004) y trapío no siempre adecuado para esta plaza. Ya había dicho Victorino que este año no toreaba en Madrid, porque no tenía toros. De modo que de lo visto y de lo dicho se deduce que lo que ha traído a la Maestranza ha sido lo que tenía por allí, restos de serie con algún remiendo más bien malo de los toros del 2006. Y digo yo ¿por qué la empresa Pagés se ha quedado con ese saldo? Porque Victorino lo podría haber enviado a una plaza de segunda o de tercera y habría quedado tan bien. No sé… Algunos motivos se me ocurren, pero no sé…
Victorino Martín ha sido un buen ganadero que había primado la calidad del toro por encima de todas las cosas, con el mérito añadido de haber mantenido el encaste Saltillo en su variante de Albaserrada (ayer salieron algunos con la morfología prototípica de este encaste). Eso obliga a seleccionar muy bien sementales y madres, lo que implica la existencia de un número limitado de reses para la lidia. Pero el ganadero ha pasado de lidiar en torno a 40 toros en 1990 a 120 de las últimas temporadas. Véanse las estadísticas. De modo que se pasa de una ganadería selecta a una ganadería de las que llaman “comerciales” y eso tiene consecuencias en la selección de las reses. Y en los resultados de los festejos, claro. Eso sí, siguen intentado dar la imagen de ganaderos “especiales”. Victorino Martín Andrés, el padre, de ganadero tradicional, hombre de campo cabal que no está dispuesto a cambiar sus criterios. Victorino Martín García, el hijo, de ganadero moderno, formado y muy conocedor de lo que trae entre manos y muy sistemático en la evaluación y selección del ganado (ayer estaba detrás de su padre con libreta en mano apuntando todos los pormenores del comportamiento de sus toros). Pero el resultado lo estamos viendo año tras año: malo.
Los matadores anduvieron por la misma senda que los toros. El Cid ha perdido completamente el sitio y dio un petardazo de antología. Así no se puede ser figura del toreo: fuera de sitio y falto de recursos. Yo había sido convencido cidista. Admirador de este torero poderoso, dominador, con una izquierda privilegiada, con cabeza fría ante los toros más difíciles a los que lidiaba hasta someterlos y hacerlos pasar por donde él mandaba. Pero ha perdido el sitio y los papeles. Y lo peor es que parece que se lo ha contagiado al buen torero que era “Alcalareño”. Ferrera estuvo en lo que sabe: qué pesadez de tercio de banderillas. Claro que si los victorinos hubieran sido toros de verdad no habría tardado ni la mitad. Tanto baile, tanto contoneo, tanto aspaviento para poner un par mediocre… Sólo dos pares de su segundo merecieron la pena, uno de frente y otro al quiebro. Dice mi amigo Joaquín, que es buen aficionado y exigente, que Ferrera podría inventar una nueva tauromaquia: el rejoneo sin caballos. Varios pares de rehiletes, mucha carrera, mucho salto y contoneo, y después a matar. Para qué va a coger la muleta. César Jiménez anduvo voluntarioso, pero dejó pasar el que fue el mejor toro del encierro. No se puede citar siempre con la muleta retrasada y fuera de cacho. ¿A quién quería engañar? Me gustó cómo enceló con la capa al sexto, andando para detrás hasta que lo tuvo dominado. Parecía que al final se iba a arreglar la tarde, pero nada: otra decepción.
En fin, que nada que reseñar, excepto el pundonor de Boni.

2 comentarios:

  1. Gracias por recordarnos la importancia de los buenos subalternos (BONI) en tu crónica, no todo tiene que ser figureo.
    Estoy en tu grupo de los CIDISTAS, que pena que la fama y el dinero nos puedan hacer perder esa mano izquierda toreando al natural.
    En fin tarde de grandes expectativas con mucha ilusión adornada con granizada no incluida en la entrada, convertida en aburrida y decepcionante para el buen aficionado MAESTRANTE que espera esta ganadería con tanta ansia para intentar ver TOROS.

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  2. Falló otro año Victorino con la complicidad de la empresa y la anuencia de la autoridad que es de nuevo cuño, enchufado de la delegada y carente de experiencia para estos menesteres.
    Me preocupa el Cid porque con los toros que tanto trabajo le costó triunfar, ahora anda descentrado, sin sitio. ¿podría ser la causa que los apoderados le llevan por un camino nada apropiado para sus condiciones y van a terminar por destruirlo?, una pena.

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