Dicen que el victorino que ayer saltó en quinto lugar al albero de la Maestranza era hijo de Cobradiezmos, aquel lujo de toro que Victorino Martín llevó a Sevilla en abril de 2016 y que, tras una excelente faena de Manuel Escribano, fue indultado con todos los merecimientos y dedicado a padrear en Las Tiesas. Patatero se llamaba el toro. Cárdeno claro, cinqueño y con poco más de 500 kg de peso, presentaba la morfología prototípica de esta rama de los santacolomas pasados por Albaserrada y que cría con esmero Victorino Martín García.
Pues quiso la suerte que Patatero cayera en manos de quien había bordado el toreo con su bravo padre: Manuel Escribano. Patatero tenía menos fuerza que su padre y humillaba menos, pero Escribano escribió con él una página de oro en su biografía torera. ¡No se puede torear mejor y más despacio! Después de recibirlo valientemente a portagayola y de un brillante segundo tercio, fue ahormando la embestida del victorino hasta que, a base de dominio y temple, consiguió ralentizarla hasta el extremo de que pareciera la embestida de un saltillo de los que se torean en México. Por la derecha y por la izquierda Escribano puso de pie los tendidos con un toreo excelso. Mató de una certera estocada y el público pidió con fuerza las dos orejas que el presidente concedió, a la vez que la merecida vuelta al ruedo de Patatero. Si las de Luque fueron bien ganadas, estas no lo fueron menos. La feria se ha puesto muy cara. Escribano se ha convertido por méritos propios en uno de los toreros de la afición sevillana.
Pero la corrida no fue sólo esto. El encierro de Victorino Martín quizás sea el encierro de la feria. Seis toros marca de la casa (cuatro cinqueños), perfectamente presentados, aunque quizás cuatro de ellos algo pasados de peso para este encaste. Mansurrones en los caballos, con poca fuerza y de variado juego, pero todos con interés. A Escribano le tocó el mejor de todos y también el peor: el segundo estaba en la línea de lo que Ruiz Miguel bautizó como alimañas: tobillero, reponía inmediatamente después de tragarse el muletazo. Aunque no llegaba al grado de dificultad de los victorinos de antaño (el ganadero, además de aumentar el peso, ha dulcificado la embestida de sus animales) exigía que se le hicieran las cosas bien. Y encontró enfrente a un torero que supo plantarle cara. La estocada algo trasera quizás le privó de cortar una oreja de este difícil ejemplar.
El Cid volvió y fue recibido cariñosamente por la afición. ¡Cuántos buenos momentos nos hizo vivir! Y volvió mejor que cuando se fue. Estos años de retiro le han venido bien al torero. Cuando se esperaba que fuera una reaparición un tanto light, Manuel Jesús demostró que viene a darlo todo. Toreó muy bien a sus dos ejemplares, y al segundo le cortó una oreja de ley. Reapareció esa prodigiosa izquierda que añorábamos los que le vimos torear en sus primeros años y ha recuperado el sitio con la espada.
Y Emilio de Justo cumplió sobradamente con su primer compromiso en la Maestranza. Cortó una oreja con todo merecimiento en el tercero de la tarde y se impuso a ley con el difícil sexto. Un toro blando de cuartos delanteros, pero complicado a más no poder al que pudo cortarle otra oreja si no hubiera fallado con los aceros.
En fin, una magnífica corrida que hizo disfrutar a los aficionados que casi llenaban los asientos de la Maestranza. El mejor encierro hasta la fecha, el mejor toro hasta el día de hoy y una terna que ha puesto muy cara la feria,