viernes, 4 de junio de 2010

UNA MANSADA DE MARTÍN LORCA



Juan José Padilla vino ayer a la Maestranza sin ganas de torear. Parecería que El Ciclón de Jerez ya ha hecho toda la temporada y que le sobraba la corrida que ayer le regalaron los Pagés. O que cuando no se enfrenta a fieras de Miura o de Victorino (las de antes, claro) o de Adolfo deja ver que, aparte de valor y arrojo, de toreo sabe muy poco. Porque ayer anduvo ausente en sus dos toros. No es que fueran dos joyas, porque lo que Martín Lorca mandó a la Mestranza para el Corpus fue una mansada, con genio pero una mansada. Muy bien presentada, con cara y trapío, con mucha leña por delante (el sobrero tenía para hacer una mesa), pero una mansada de campeonato. Yo diría que después de la mezcla de sangres que Martín Lorca ha hecho entre Cebada Gago y diversas variaciones de Domecq, tiene que deshacerse de la vacada y los sementales y comenzar de nuevo. Porque no es normal que salga tanto manso junto, y tan blandos. Y no era un problema del año. Algunos eran cinqueños y se portaron igual que sus hermanos un año más jóvenes. Un desastre de encierro, vaya. Sólo se libró parcialmente el sexto que, aunque también blando como un merenguito, sacó un poco de casta y repitió a las llamadas de Salvador Cortés (luego escribiré algo más de esto último). De Martín Lorca sólo se libraba el mayoral que andaba sobre los chiqueros vestido como un pincel. No sé si pensaba que lo que traía era tan bueno que había que arreglarse por si se daba la circunstancia de salir a hombros por la Puerta del Príncipe. Pero no. Se tuvo que ir agachando la cabeza. Digo yo que sería así, porque desde luego no lo ví marcharse de la plaza.
Lo dicho. Que Padilla estaba desganado. O sin recursos. Con la capa estuvo vulgar y sin saber qué hacer con lo que le tocó en suerte. Si el Usía de turno (Sepúlveda era en esta ocasión) hubiera cumplido con el reglamento, que para eso está, para hacer que se cumpla, le habría puesto dos sanciones: una por dejar su primero ante el varilarguero entre las dos rayas; y otra por no poner al toro en suerte en el segundo intento de ese mismo toro. ¡¡Qué mal estuvo!! Y vulgarísimo con las banderillas que dicen que son su fuerte. Luis Mariscal le dió en el sexto una lección de cómo se ponen los garapullos. Sobre todo en el segundo par en el que, con todo merecimiento, se arrancó la música. Qué gran torero este Luis Mariscal.
Con la muleta Padilla estuvo aún peor. Si yo fuera gerente de la casa Pagés la próxima temporada no vendría ni a los Miuras. Seguro que hay por ahí jóvenes con ganas de demostrar de lo que son capaces. No se puede venir a la Maestranza con esa desgana.
Uceda Leal estuvo en lo suyo. Si no hay material, pues no se esfuerza uno. Que tampoco hay que cansarse demasiado. ¿Por qué repite este matador todos los años en el Corpus? Hay cosas que uno no entiende muy bien. Fue efectivo con la espada, como casi siempre, pero la primera no fue un ejemplo de colocación.
Y qué decir de Salvador Cortes. Anduvo aseado toda la corrida y toreó bien a su segundo que fué el único potable del encierro. Más encastado y repetidor que sus hermanos (aunque tampoco era una joya), y también muy blandito. Con la capa, casi nada. Pero con la muleta lo enganchó bien con la diestra. Sobre todo la tercera serie, templada, bien ligada, con la mano baja, llevándose al toro a la espalda... Con la zurda no cumplió, aunque los públicos le aplaudieran a rabiar. En ninguna de las dos tandas que ensayó se colocó: tan fuera de cacho estaba que le cabía el AVE entre la muleta y la taleguilla. Y claro, si no te cruzas pues no se puede mandar ni templar ni ligar ni nada de nada. Eso sí, Salvador demostró que sabe cómo hay que portarse ante los públicos de la Maestranza. En la feria estuvo aturrullado y sabía que para trinfar tenía que hacer las cosas despacito. Pero no tanto, Salvador, no tanto. Entre tanda y tanda se daba un paseo tan largo que parecía que se le había olvidado que tenía que matar al toro. Y baile, mucho baile. Demasiado. Desde luego hay que reconocer que con la derecha hizo toreo del bueno.
Cortés mató muy bien, pero que muy bien, a este Indiano, que así se llamaba el sexto. Y los públicos, después de la soporífera sesión que habían aguantado, le pidieron la dos orejas. Y el Usía se las dió sin dudar demasiado.
Como creo que no las merecía (con una hubiera ido de sobra), me fui de la plaza sin esperar a que diera la vuelta al ruedo. Creo que estos excesos no se pueden cometer en una plaza como la Maestranza. En las crónicas de prensa he leído que salió a hombros por la puerta de cuadrillas. Me lo temía. Jesús, jesús: lo que hay que ver.

domingo, 25 de abril de 2010

LAS NUEVAS TRADICIONES


El sábado "de farolillos" se ha convertido en la Maestranza en el día de la corrida de la prensa del corazón. Del mismo modo que el domingo por la mañana hay espectáculo de rejoneo y por la tarde se corren los toros de Miura. Y además esta corrida ha estado protagonizada en los últimos años, excepto el pasado que sirvió para despedir a Esplá, por la misma terna: Manuel Díaz "El Cordobés", Francisco Rivera Ordóñez y David Fandila "El Fandi". Plaza llena de público proveniente de cualquiera sabe dónde, y algunos aficionados que no cejan en su afán por ver toros en el ruedo. Pero yo creo que vamos a ir dejando de acudir a este festejo, porque año tras año resulta un espectáculo insoportable. Los tendidos se llenan de gente interesada fundamentalmente por ver en vivo y en directo a los toreros que más aparecen en el papel cuché y en la televisión rosa, y las evoluciones en el ruedo de Fandila. Porque otra cosa no se ve. A la empresa le viene bien: lleno de no hay billetes, toros de saldo y toreros baratitos. Un negocio para redondear el ciclo continuado de feria.
Los toros de Torrestrella (qué pena de ganadería) aunque en general empujaron en varas, eran de gelatina o enfermos o tullidos o yo qué sé. El sexto además tenía una cornada reciente que se abrió durante la lidia dejando salir un cuajarón de sangre. Casi todos eran chicos, de cara limpita y, menos el sexto, anovillada. Algunos sospechosos de pitones. Cómo serían los cuatro que fueron rechazados en el reconocimiento cuando salió lo que salió por la puerta de chiqueros. Sólo uno, el quinto, fue devuelto por el presidente y sustituido por un sobrero de Toros de la Plata que llevaba una eternidad en los corrales. Pero cuatro más no debieron permanecer en el ruedo. Qué papelón del (mal) presidente Francisco Teja que dejó torear cornúpetas que comían albero antes de entrar a los caballos (no digamos después) y que daban muestras de debilidad extrema. Un encierro digno de una plaza portátil con espadas de segunda por el que se pagaba en taquilla lo mismo que por ver toros de verdad estoqueados por figuras del toreo.
De lo que pasó en el ruedo más vale olvidarse para no caer en la tentación de no renovar el abono. Sólo se pudo salvar el pundonor y la honestidad de El Fandi. El granadino siempre está en buena disposición, atento a la lidia y hace lo que sabe y lo que los públicos esperan de él. Capoteó con soltura y variedad a sus dos toros (al primero se lo llevó a la boca de riego toreándolo por bajo con poder y torería), llevó a un toro al caballo con chicuelinas al paso y participó en los dos quites que le correspondían; uno con chicuelinas muy ajustadas. Puso sus pares de banderillas como suele: haciendo un alarde de facultades y exponiendo lo suyo. Los del primero mejor que los del segundo. Los públicos puestos en pie aclamaron al matador al final de cada suerte. Con la muleta hizo lo que sabe. Es que no da para más: ni temple ni colocación ni nada de nada, eso sí con la mayor de las voluntades y la mejor predisposición. Pero llega a ser cansino. Como los públicos vienen a verle poner banderillas, pues que después aliñe a los toros y los mate con prontitud. Todos se lo agradeceríamos y no perdería alguna orejilla, como le sucedió en el sexto de la tarde cuando el (mal) presidente Teja no cedió a la pretensión de los públicos de concederle una oreja que ya estaba dispuesto a cortar su tercero.
El Cordobés no tiene maneras para hacer el paseíllo en la Maestranza. No torea ni con la muleta ni con los capotes, ni pone los toros en suerte como se debe, ni está atento a la lidia ni nada de nada. Se llevó a sus dos toros a los terrenos del 10 y allí se dedicó a conversar con los públicos dando trapazos a los tullidos que le tocaron en suerte hasta que los mató de mala manera. Un espectáculo indigno de esta plaza. Pero los taurinos se empeñan en traerlo cada año y los públicos le aplauden a rabiar todas sus gracietas, porque es muy simpático y muy campechano y muy humilde. Pues yo conozco a mucha gente que es así y no se visten de toreros.
Lo del mayor de la última generación de la dinastía Ordóñez es todavía peor. Yo no sé quién tuvo la feliz idea de proponer (y conceder) la medalla de oro de las Bellas Artes a semejante pegapases. Evidentemente el que lo hizo no sabía de toreo ni desde luego de Bellas Artes. Qué espectáculo dio Rivera. Cumpliendo de mala gana en cada tercio (puso banderillas vulgares a su segundo), colocado siempre fuera de sitio y citando descaradamente con el pico de la muleta; matando mal. Si lo viera su abuelo Ordóñez le prohibiría anunciarse en los carteles. Entre los públicos las mocitas enaltecían su guapura y los varones su humildad y simpatía. Pero ninguna de esas virtudes, que las tendrá, tienen que ver con el toreo. Un espectáculo por el que seguramente cobró bastantes euros de curso legal. Una estafa en toda regla.
En fin que la Maestranza se convirtió ayer en una plaza portátil de cuarta categoría a pesar de que los balconcillos estuvieran ocupados por maestrantes y sus mujeres ataviadas lujosamente y de que en el palco de convidados de la Real Maestranza se sentara la duquesa de Alba con peineta, mantilla blanca y clavel rojo en la cabeza.
Para completar el desastre el maestro(¿?) Tristán atacó el pasodoble a instancias del público mientras Fandila trapeaba al sexto. Puso cara de "¿qué le voy a hacer si me lo están pidiendo?". Pues no hacer caso, hombre, no hacer caso. Que la música en la Maestranza no es una charanga de plaza de pueblo.

sábado, 24 de abril de 2010

DANIEL LUQUE NO QUIERE SER FIGURA


Porque si quisiera serlo habría mostrado con claridad que los toros que salieron en cuarto y sexto lugar estaban enfermos o eran tullidos o quién sabe qué. Pero en vez de echarles el capote abajo en el primer tercio, tanto el matador como su cuadrilla se dedicaron a labores de enfermería para mantenerlos en el ruedo. Se supone que porque en los primeros lances con la capa había visto que eran dos de esos toros idiotas, nobles les llaman, que tanto gustan a los que dicen que son figuras del toreo y que dejan a sus matadores hacer las posturitas que enfervorizan a los públicos y que no engañan a la afición. A los dos los toreó bien a la verónica y los condujo hacia el centro del ruedo antes de que salieran los piqueros, pero ya entonces demostraron que estaban lisiados. Si en lugar de empeñarse en dejar al cuarto en el ruedo hubiera demostrado al presidente su invalidez, le habrían sacado al primer sobrero que, sin ser una joya, le hubiera dado un poquito más de juego y hubiera podido demostrar lo que decía valer su toreo. Aquél no era demasiado mal toro, aunque Perera lo desaprovechó porque el de Badajoz está absolutamente perdido, como ha demostrado en todas sus actuaciones en la Maestranza esta temporada.
Tengo la impresión de que Daniel Luque ha sido una víctima del taurinismo reinante que no sólo acaba con potenciales toreros sino que va a terminar con la propia fiesta de los toros. Pasa como con el mundo financiero que, a fuerza de intentar obtener beneficios rápidos, casi acaba con el mismo negocio y con más cosas. Yo creo que a Luque lo han secado los especuladores. Vean si no. El joven gerenense comenzó su andadura en 2005 de la mano de su paisano Tomás Campuzano, un hombre del toro que ha acompañado en sus primeras etapas a algunos toreros interesantes, pero lo dejó al año siguiente para darle poderes a González de Caldas (Taurotoro) quien le llevó a tomar la alternativa (para mí precipitadamente) en Nimes en mayo de 2007. De la mano de González de Caldas y después  de José Luis Marca (desde finales de 2009) Luque emprendió una dislocada carrera por España y América. Ambos personajes controlan ganaderías, plazas y toreros, y ya me dirán si no tienen un cierto halo especulador detrás. Si hacemos caso a la interesante mirada del autor del blog El toro de la jota, que observa el mundo taurino desde la perspectiva de Wall Street, Luque es el producto de la especulación financiera: beneficios rápidos y caida fulgurante. La trayectoria que el torero lleva este año, desde su desastroso encierro con seis toros en Las Ventas, es una pena. Debería retirarse un poco y meditar, porque la carrera para ser figurón del toreo es de fondo y no de velocidad (ahí tiene a Don Julián López) . Porque Luque tiene madera de torero y lo hemos visto torear muy bien. Pero ahora, excepto con la capa, no da pie con bola. Y podía preguntarle a Cepeda (que ayer estaba en el callejón acompañando a su poderdante Perera) qué pasa cuando sólo se plantan los pies con el capote y se tienen demasiado ligeros en el tercer tercio.
La carrera de Perera ha sido algo diferente pero, quién sabe por qué, ha perdido totalmente los papeles y el sitio. Ayer pareció tener algo más de ganas, pero no respondió a las expectativas. Un desastre. Sólo en algún quite (ayer hubo quites que parecían augurar un final feliz para el festejo) dio la talla que se esperaba. Pero nada de nada.
En fin, que el mano a mano (José Luis decía que era un "menos a menos") ha sido otro más de los petardos de este abono. Empezando por los jandillas de Fuente Ymbro, que eran blandos, casi enfermos, y descastados (los dos primeros parecían novillitos), siguiendo por los matadores que merecieron con creces la bronca con la que les despidió el público maestrante, y terminando por el presidente que no debió dejar en el ruedo al menos a tres toros del encierro.
Benito Quinta picó muy bien al torito que se lidió en segundo lugar. Al menos eso nos llevamos en el cuerpo.

viernes, 23 de abril de 2010

TOROS MANDONES, TOREROS DESCONCERTADOS


Los núñez de Alcurrucén fueron en general descastados, mansos diría yo, chicos, con genio y algunos con peligro. El tercero era un novillete de menos de 500 Kg con cara de adolescente, y sólo el quinto y el sexto tenían algo parecido al trapío que se precisa en una plaza como la de la Maestranza (mal de nuevo la Autoridad en el reconocimiento, pero es que hubo ayer muchas cosas que anduvieron mal, no sólo la Autoridad). Ninguno remató de salida en los burladeros. Será por lo de las famosas fundas, que al quitarlas hacen que el animal pierda el sentido de la distancia y cornee al aire. Lo que sí fueron todos fue mandones, muy mandones, con picante y con peligro, y eso trajo por la calle de la amargura a todos los coleteros que anduvieron por el ruedo. Será que están acostumbrados a toros obedientes y un poco idiotas, esos a los que llaman nobles.
Como suele suceder con los núñez, los toros salieron algo abantos y, como eran bastante descastaditos, tenían tendencia a salir corriendo de los capotes y a buscar la puerta por la que habían entrado a ese para ellos desagradable lugar. Como no la encontraban pues anduvieron por el ruedo huyendo y haciendo lo que les venía en gana, obligando a los toreros de a pie y de a caballo a corretear de aquí para allá y de allá para aquí, sin saber qué hacer. Vaya, lo que se dice mandando frente a una troupe de hombres tan obedientes como desconcertados. ¡Qué desastre de lidia! Ni los matadores ni sus subalternos fueron capaces de sujetar a los toros durante el primer tercio, lo que impedía que los piqueros se colocaran adecuadamente en su sitio para realizar la suerte. Los toros arremetían contra las monturas y las varas se pusieron donde los toros quisieron. Cuando los piqueros llegaban por fin a terrenos del 3, entonces no se ponía al toro en suerte como manda el reglamento.
A ver Señores Presidentes y Señora Presidenta, el artículo 54.3 del Reglamento Taurino de Andalucía reza así: "La res deberá ser puesta en suerte por el espada de turno sin rebasar el círculo más alejado de la barrera". Y el 54.8 dice: "Los lidiadores de a pie y los picadores que contravengan las normas relativas a la ejecución de la suerte de varas contenidas en este artículo podrán ser sancionados conforme a la Ley, sin necesidad de advertencia alguna". Pues ayer se incumplió reiteradamente el 54.3 tanto en lo que respecta a que sea el espada el que ponga al toro en suerte (Tejela se desentendió descaradamente en su primero) como en lo de poner al toro detrás de la segunda raya. Y los emplumados en Babia. Sólo pendientes de cuándo el matador pedía el cambio de tercio, pero sin llamar la atención cuando se incumplía reiteradamente el Reglamento. Supongo que la Sra. Anabel Moreno que presidía el festejo, habrá impuesto a los toreros las correspondientes sanciones. ¿O es mucho suponer? Si la Autoridad ha cumplido con su obligación ayer se hizo una buena caja, porque sólo al sexto se puso en suerte como es debido. También porque éste fue el único toro obediente de todo el encierro y los toreros no tuvieron más dificultad. "Pianista", que así se llamaba el colorao sexto, recibió tres varas a ley, alguna de ellas buena, y como le cerraron la salida (también está prohibido) se llevó a cabalgadura y piquero casi al centro del ruedo. Le dieron de lo lindo. Los demás, como tenían genio, arremetieron con violencia contra los petos y, como eran mansos, salían despavoridos en cuanto sentían el picotazo.
Ya digo, un desastre de lidia en la que mandaba el cornúpeta y a la que asistían impotentes todos los hombres vestidos de torero que andaban por allí. El segundo tercio corrió por los mismos derroteros. En un par el toro se ponía (él solito, no lo ponía nadie) en terrenos del 8 y al siguiente en el 11 y al siguiente en el 7. Donde quería. Desconcierto en el ruedo que dio algún que otro susto a los banderilleros porque, claro, si se le da la salida hacia la querencia, el manso aprieta y el baderillero tiene que correr despavorido a tomar el olivo. Como tampoco los demás lidiadores estaban en su sitio, pues en más de una ocasión el Dr. Vila estuvo a punto de perderse la corrida. Sólo Montoliú puso un par entrando con garbo y saliendo como mandan los cánones, jugándose el tipo porque el toro estaba muy mal colocado.
En general el último tercio se desarrolló del mismo modo, para no desentonar, claro. Los mansos tenían genio y peligro y se vinieron arriba delante de las muletas. Atacaban los engaños y repetían en cuanto el matador ponía el trapo en su lugar. Pero los matadores no supieron qué hacer con ellos. Aunque era un cartel de segunda fila, es decir formado por toreros que tienen que hacerse la temporada corrida a corrida, Curro Díaz y Tejela parecía que tenían firmados cincuenta contratos.
Sólo Rubén Pinar se fajó con su lote y mostró ganas. A su primero, el chiquito colorao que se llamaba "Tamborilero", el manchego le cogió la distancia y lo metió en la canasta. Con valor, tesón y técnica le instrumentó algunas tandas ligadas y de mérito que el público agradeció. El manso se sometió a su matador y se tragó todo lo que le recetó hasta que se le acabaron las fuerzas. Pinar tenía ganada una orejita, pero una estocada no muy bien colocada y siete descabellos (fruto de la precipitación) le hicieron perder el premio. Después se dio una vuelta al ruedo por su cuenta y riesgo ante un público que le aplaudía a su paso por los tendidos, como si propinar siete descabellos a un toro fuera tarjeta de presentación para pasear en triunfo el ruedo maestrante. El jueves es ya también un día de públicos y de poca afición. Al sexto Pinar no lo entendió. Era el más grande del encierro y el más encastado. Estaba bien armado, tenía peligro y salía de los engaños siempre con la cabeza arriba y tirando gañafones por todos lados. Precisaba entonces una lidia poderosa y firme, por abajo. Pero Pinar no lo entendió, o no pudo o no quiso. Y la faena quedó en nada. Una pena, porque con el mejor lote de la tarde el joven albaceteño podía haber encarrilado una buena temporada. No se pueden desperdiciar estas oportunidades. Que le pregunten a Oliva Soto.
Curro Díaz no fue capaz de acoplarse con sus dos ejemplares. Claro que tampoco se colocaba en suerte como era preciso para dominar las embestidas y para enjaretar un pase tras otro. Y mira que se encelaban con el trapo. Pues nada. Sólo algún detalle aislado fruto de la torería que encierra. Pero nada más. Mató muy bien a sus dos ejemplares, haciendo la suerte como se debe. Dos de las buenas estocadas de la feria.
Matías Tejela dejó pasar su oportunidad y estuvo desganado y ausente. Supongo que la Autoridad le habrá al menos reprendido por desentenderse de poner en el caballo a su primer toro. Si sigue con esta disposición supongo que acabará toreando alimañas en el circuito "torista" que conforman algunos pueblos de los alrededores de Madrid.

jueves, 22 de abril de 2010

PÚBLICOS Y AFICIÓN


El de ayer en la Maestranza fue un ejemplo claro de la enorme diferencia que hay entre los públicos que acuden a las plazas de toros y la afición. Fue en la última parte de la corrida, cuando El Cid y Talavante tuvieron que hacer frente a sus descastados ejemplares de la Ventana del Puerto y El Puerto de San Lorenzo respectivamente. En ambos casos los públicos aplaudieron lo que no tenía mérito alguno. En el caso de El Cid los públicos pidieron con fuerza una oreja para el de Salteras que el Sr. Fernández Rey, que presidía el festejo, no concedió con buen criterio. Eso le valió una bochornosa e inmerecida bronca cuando El Cid, aclamado por los públicos, concluyó una vuelta al ruedo que dio por su cuenta (a decir verdad, impulsado por los miembros de su cuadrilla y por algún espectador de las barreras del 1). Mientras tanto los aficionados permanecían en silencio en sus localidades sorprendidos por lo que estaban viendo, aunque no demasiado porque se trata de una situación cada vez más común en la Maestranza, sobre todo en estas corridas que llaman "de farolillos". El Cid llegó a esta última aparición en el ciclo continuado de la feria con más disposición que en sus anteriores comparecencias. Parecía ser consciente de que estaba pasando por un mal momento y de que tenía que solventarlo delante del toro. En mi opinión le tocó lidiar el mejor lote de la tarde (que no es mucho decir porque lo del Puerto de San Lorenzo fue malo, malo), un mansurrón y blando ejemplar de El Puerto y otro de la Ventana que tuvo más acometividad y movilidad que sus primos hermanos. Con el primero no pudo (o no supo) hacer nada, pero el segundo tenía su faena. El Cid salió predispuesto, con ganas de mostrar que lo de las tardes anteriores había sido un mal sueño. Llevó el toro a los medios e inició un porfión toreo en redondo: a veces salía trompicado, a veces completaba un lance largo, pero siempre con series cortas y de regular factura. Los públicos se emocionaron y aplaudieron a rabiar. El Cid se creció y, mirando a las gradas del 11 con el estoque en alto, reclamó la música. Y Tristán le obedeció y atacó el pasodoble (ya saben...). Pero tuvo que dejarlo al poco rato porque con la zurda El Cid no fue capaz de ligar una serie en condiciones. Siempre citando fuera de cacho, casi siempre sin temple, acelerado, nunca mandando. Vuelta a la mano diestra y poco más. Mató como pudo y se fue a la barrera. Los públicos pidieron la oreja que el presidente no dio. Manuel Jesús se metió en el callejón y, desairado, se negó a recibir desde el tercio el cariñoso aplauso que públicos y afición le tributaron para agradecer su disposición y para animarle en el mal momento por el que está pasando. Pero cuando ya en el tercio fue animado por cuadrilla y públicos a dar la vuelta, no se resistió. Creo que no debió hacerlo. No merecía ese premio y El Cid, que es torero cabal, lo sabía.
Es lo que pasa estos días "de farolillos". Que los tendidos se llenan de públicos mientras que algunos aficionados dejan sus localidades. Y se ve lo que se ve: si uno va a la Maestranza y no puede contar que vio cortar una oreja a tal o cual torero de postín, entonces no podrá presumir de sus conocimientos a la hora de elegir el cartel. Y se ve lo que se ve. Porque si alguien pensaba que el cartel de ayer podía ser el cartel de la feria, se equivocó de medio a medio. Ni toros ni toreros. Lo de El Puerto de San Lorenzo (algunos teníamos esperanzas en este hierro salmantino), ya está dicho, manso y blando: dos fueron devueltos por el presidente, pero debieron ser más (el segundo era blando como el dulce de membrillo, además de estar muy perjudicado de los cuartos traseros). Si al no conceder la oreja el presidente estuvo en su lugar, no cumplió con su obligación dejando en el ruedo algunos de los ejemplares que salieron de chiqueros. Y de mansos... cómo serían de mansos que los devueltos se fueron por su cuenta a los chiqueros. El primero sin ayuda ninguna y el segundo se volvió de la puerta de toriles porque en el momento en que entraba salieron los mansos.
Ponce y Talavante no cooperaron. Ponce no estuvo en ningún momento. Abusó del pico de la muleta, citó fuera de cacho y acabó como pudo con su única comparecencia en la Maestranza. En su segundo, un toro feo y grandón, mansote, de Toros de la Plata, dio un petardo con la espada. Inapropiado para un torero con la veteranía y la calidad de Ponce. Alejando Talavante no acaba de cuajar. Al menos a mi me aburrió sobremanera, pero los públicos le aplaudieron algunas fases de sus faenas. No lo entiendo (o sí).
La suerte de varas ha vuelto a desaparecer de la Maestranza. Ni los toreros ponen a los toros en suerte ni la autoridad les obliga a situarlos detrás de la segunda raya (como no la pintan a mitad de corrida, en los últimos toros ni siquiera se sabe dónde está). Y los picadores... qué pena de picadores.

miércoles, 21 de abril de 2010

DON JULIÁN LÓPEZ


Ayer por la tarde en la Maestranza un torero llamado Don Julián López (ya deberían quitar de los carteles ese impropio "El Juli") dio una lección  magistral de toreo. Era un manso que huyó de los caballos y por el que nadie daría un duro. Pero Don Julián se lo llevó a los medios, le ordenó por donde había que pasar, y "Zurcidor" (así se llamaba el manso) se llevó una eternidad embebido en la muleta del maestro. Mando sin titubeos con la mano diestra y toreo del bueno en los naturales a veces larguísimos. Una gran estocada acabó una faena que quedará para los anales de esta plaza de toros y a la que tuvimos la suerte de asistir. Cuando hablemos de toros a nuestros nietos les podremos contar que fuimos testigos de esta lección magistral de toreo.
Don Julián pidió que dieran la vuelta al ruedo al toro que le ha encumbrado a las más altas cimas de la tauromaquia y una parte del público le secundó. Es natural que Don Julián quisiera agradecer de este modo la colaboración de "Zurcidor", pero el toro no lo merecía.
Ya no hay nada más que contar. A Manzanares, que se la jugó en el quinto, le regalaron una oreja. Daniel Luque pasaba por allí vestido de torero, pero torear no toreó.

domingo, 18 de abril de 2010

LA MÚSICA HA PERDIDO LOS PAPELES


Decía José Luis, compañero de alegrías y desolaciones taurinas que se sienta en la fila de detrás, que este comentario debería titularse "Cosas de Morante". Creo que para reflejar lo que el maestro de la Puebla del Río (no) ha hecho hoy en la Maestranza, cuando todos esperábamos que diera réplica a la lección de tauromaquia que ayer nos brindó Don Julián López. Pero ahora que me pongo a recordar lo que ha sucedido esta tarde en el ruedo (cuando realmente lo que debería hacer es olvidarlo), me parece que lo más relevante ha sido la (mala) actuación de la banda de música, por lo que me parece que se ha ganado a pulso el honor de titular la entradilla. No porque tocaran mal, que sonar suenan como los ángeles y desde mi asiento se oye magníficamente (si no fuera por la música hay dias que lo más saludable sería salir corriendo de la plaza), sino por lo inoportuna que ha sido.
Resulta que en esta plaza la banda de música, además de acompañar el paseillo de los toreros y de amenizar los espacios entre toro y toro, sirve para resaltar y acompañar las faenas de los matadores cuando éstas son de notable mérito, esto es, cuando el coletero está dominando al toro, citándolo desde donde se debe, y ligando los pases con temple y mando. Vaya, cuando está haciendo el toreo. La costumbre en la Maestranza es que sea la misma banda la que decide cuándo debe empezar a acompañar la faena y cuándo debe cortar el pasodoble, lo que hace de manera evidente y ostentosa con un fuerte golpe de bombo. Así puede atacar un pasoble tanto cuando el matador hace la faena de muleta, lo que es común en otras latitudes, como cuando torea de capa con especial mérito y rotundidad, o cuando un torero de plata pone un par de banderillas siguiendo todas las reglas de la mejor tauromaquia. Incluso alguna vez he visto cómo la música sonaba tras la excelente actuación de un varilarguero ante un toro muy bravo. Sin que nadie diga nada: a decisión del maestro que la dirige, que ordena comenzar o parar con un simple gesto de brazo mientras está atento a lo que ocurre en el ruedo.
En la Maestranza los buenos aficionados sabían cuándo la banda iba a arrancarse a tocar (no hacían falta esas voces tronantes que gritan desaforadamente ¡¡músicaaa!!) y también cuándo iba a dejar de hacerlo. No había sorpresas porque las cosas eran como tenían que ser. Si el matador remataba dos tandas seguidas con ritmo, cadencia, ligazón, mando y temple, entonces atacaba el pasodoble. Si embebía al toro en los vuelos del capote llevándolo, verónica tras verónica, hasta la boca de riego, entonces atacaba el pasodoble. Si el banderillero ponía su par yendo con seguridad al toro, sacando los palos desde abajo, enfrontilándose al animal y poniendo el par reunido y en su sitio, "asomándose al balcón", entonces atacaba el pasodoble. Pero si el matador resultaba desarmado, dejaba de ligar las tandas o hacía el más mínimo gesto de ir a recoger la espada de verdad, entonces sonaba un contundente ¡buumm! y se hacía el silencio.
Bueno, todo eso pasaba cuando dirigía la banda el maestro José (Pepín) Tristán Martín, lo que hizo hasta el Domingo de Resurrección del 2007. Pero desde que su hijo Manuel Tristán Becerra ha tomado el relevo (sin desmerecer la innegable calidad artística que el conjunto mantiene), la música de la Maestranza ha perdido los papeles, o su director no sabe nada de toros o no se ha enterado de a lo que viene a la plaza. Y mira que pasó tardes con su padre en el balconcillo de la grada del 11. Ya han comentado los aficionados esta temporada la inoportunidad de la banda. Pero hoy ha rizado el rizo. No había terminado Talavante de hilvanar una tanda en su primer toro (la única ligada después de muchos intentos, aunque acelerada y sin mostrar poderío), cuando ¡tararán! se arranca a tocar como si hubiera sucedido en el ruedo un prodigio. Pero todavía fue más improcedente cuando atacó el pasodoble durante la porfiona, valiente y deslavazada faena que el mismo diestro estaba aplicando al quinto de la tarde en la misma puerta de chiqueros (ustedes imaginarán por qué): pases sueltos o malamente ligados, llenos de trompicones y enganchones (porque el buey no daba para más, que bastante estaba haciendo el extremeño con intentarlo). Y el colmo de la inoportunidad llegó cuando el manso, en uno de esos cabezazos, desarmó al diestro: muleta por el suelo, Talavante pies en polvorosa, subalternos al quite... y el "maestro" Tristán mirando el lamentable espectáculo sin mandar parar a la música. Lo dicho, ha perdido los papeles. Como parte del público, que ha aplaudido hoy a uno de los infames toros que se han paseado por el albero.
Porque en la Maestranza hoy han pasado muy pocas cosas más dignas de ser comentadas. Los siete toros de Gavira que han salido esta tarde al albero, todos cinqueños y dos de ellos muy corridos (parece que hay que echar fuera lo que sobró del año pasado), eran mansos y lisiados o blandos como el merengue. Sólo uno devolvió la Autoridad, pero flojos y tullidos estaban todos. Qué encierro más malo, manso y mal presentado. El culmen fue el sobrero que salió en sustitución del inválido tercero, un manso pregonao de 590 Kg; un buey de carretas regordío y fuera de tipo que no dejó a Luque hacer nada, por más voluntad que el de Gerena le puso a su primera actuación en esta feria. No quiero ser demasiado mal pensado, pero estos son ya los toros que han sido seleccionados por los herederos del malogrado Gavira, fallecido hace ahora poco más de cinco años (vaya, parece que la cosa va hoy de herederos). No es que lo de Gavira haya dado toros muy notables en las últimas temporadas, pero algunos ejemplares habían salido encastados y dando el juego suficiente para el lucimiento de sus matadores. Por eso los habrá elegido Morante. Pero lo de hoy era una mansada. Si en esto es en lo que los herederos han convertido la ganadería que con tanto mimo fue formando don Antonio Gavira (tenía la ilusión de formar un encaste propio), mejor que la manden al matarife y empiecen de nuevo.
Lo demás, nada. Morante estuvo "con sus cosas", como dice José Luis: al primero ni verlo (para qué, si no valía para nada), y con el segundo lo intentó, con no demasiada convicción que todo hay que decirlo, y lo pasaportó de un mal espadazo. Talavante estuvo firme y voluntarioso, jugándose el tipo y demostrando que es capaz de fajarse y sacar pases notables de la sequedad de los mansos que le tocaron (esperemos que ahora que vuelve con ganas podamos disfrutar se su torería). Y Luque, también con muchas ganas, se encontró con un lote infame al que pasaportó de dos buenas estocadas. Este torero es un cañón con la espada. Los tres estuvieron, cada uno a su manera, muy por encima de los toros.
Qué bien lidió Mariano de la Viña al sexto de la tarde y qué suerte ha tenido Daniel Luque al contar con una cuadrilla como la que tiene.

viernes, 16 de abril de 2010

TOROS DE FACTORY


miércoles, 14 de abril de 2010

EL AÑO QUE VIENE, OTRA DE PALHA

CUESTIÓN DE SITIO

El lunes, por fin, vimos toros y toreros. El Conde de la Maza llevó a la Maestranza un encierro bien presentado, con trapío, y con la diversidad de comportamientos que corresponde a la ganadería brava. Hubo toros más francos y más reservones, más o menos bravos (sobre todo el quinto) y más o menos mansurrones (sobre todo el tercero), pero todos fuertes, encastados y con picante. En algún caso llevaban en la sangre chiles serranos toreados, que no saben ustedes cómo pican. Cada uno a su manera obligó a los diestros a poner sobre el tapete todos sus conocimientos y todo su valor. Porque como dicen algunos, los núñez-del-conde pedían el carné de torero. Es la consecuencia de construir una ganadería pensando en el toro y no en lo que quieren las figuras. Esto es, pensando en el buen torero, no en los que prefieren el toro de pega, que ahora llaman "noble" y que se caracteriza por no poner a su matador en ningún aprieto. No vaya a ser que se enfade (el matador), no quiera torear más ese hierro y se acabe el negocio.
Tuve ocasión de acudir con mi amigo Rafael a un tentadero de vacas en el cortijo de Arenales y pude ver cómo el ya fallecido y muy serio Conde de la Maza, al que los allegados (y otros que pienso que no lo eran tanto) llamaban Poli, pero a quién su hijo y ahora ganadero pedía permiso para torear las becerras después de tentadas llamándole "Señor Conde", pude ver digo cómo el Conde de la Maza centraba la selección de las futuras madres en primer lugar en su comportamiento ante el caballo (pidiendo que pusieran al animal una, dos, tres y hasta cuatro veces ante la cabalgadura y cada vez más lejos) y después en la fijeza y  el juego en la muleta. De lo que ví, no fue en ningún caso la "nobleza" en el trasteo sino el comportamiento ante el caballo lo que servía para medir la bravura de la futura madre y su consecuente selección. Por eso ayer, por fin, pudimos ver suerte de varas. Y hubiera sido mejor si al encastado sexto, un sardo de muy bonitas hechuras y con muchas dificultades, le hubieran dado la lidia que merecía y no el desastre en que convirtieron su matador y los de plata los dos primeros tercios. Eso sí, le dieron de lo lindo. Cuando comenzó el segundo tercio, Guasonero, que así se llamaba el sardo, tenía sangre en las dos pezuñas, señal inequívoca de que había sido picado a conciencia. Por eso se fué apagando durante el último tercio, dando con los hocicos en el albero y rajándose. Peor para Nazaré, porque con ese ejemplar podía haber intentado el toreo serio. Nazaré parece que tomó la alternativa demasiado pronto, que está poco placeado y no pudo con lo que le tocó. Creo que ni se colocó bien ni supo encontrar las distancias adecuadas para los morlacos que le correspondieron. En algunos casos además parecía que toreaba por correspondencia por la distancia que había entre su muleta y la taleguilla.
El toreo serio se lo pudimos ver a Urdiales y, sobre todo, a Oliva Soto. Urdiales es, como dice mi amigo Paco, un gladiador del toreo. Siempre le ha tocado bailar con la más fea, y ayer no iba a ser menos. Pero creo que cumplió con lo que le tocó en (mala) suerte. Oliva Soto tuvo la buena. Y se la merecía: hay que tener narices para ponerse delante de los núñez-del-conde sin haber toreado una sola corrida desde el 14 de agosto del año pasado, sobre todo cuando en esta misma plaza, en septiembre de 1992, otro ejemplar del mismo hierro segó la vida de su tío Ramón (Soto Vargas). Vino el joven matador camero con deseo de cambiar el rumbo de su carrera y se echó para delante ya en un ajustado quite al primero de la terde, que le costó la voltereta. Pero donde destapó y nos mostró lo que lleva dentro fue en sus dos toros. El primero lo brindó al público y a su tío. Se fue hacia el toro y con decisión se colocó por encima de él, muy por encima de un ejemplar que tenía dificultades. Se la jugó y ganó. El público pidió con fuerza una oreja que premiaba la decisión, el deseo de agradar y las buenas maneras. Un par de tandas por la derecha fueron extraordinarias. Mató mal y con la izquierda estuvo un poco impotente. Pero merecía el premio. En el quinto, quizás el mejor del encierro, Oliva Soto que  ya tenía al público en el esportón, metió también al toro. Hizo una meritoria faena: series con la derecha con lances bien ejecutados, con el toro dominado, largos, con la mano baja, con esas maneras que se aprenden en las calles de la torera Camas... Y rematatadas con excelentes pases de pecho y adornos de diversa factura. Ya digo, el público en el esportón deseando sacarlo por la Puerta del Príncipe. Pero falló estrepitosamente con la espada: la tensión, los nervios y la falta de práctica le jugaron una mala pasada y le impidieron el triunfo grande. De matar bien, el público lo hubiera sacado en volandas al Paseo de Colón.
Realmente yo creo que las dos orejas que el público estaba dispuesto a darle a Oliva Soto en su segundo toro hubiera sido demasiado premio. Tampoco en esta ocasión toreó con la izquierda. El toro tenía por ahí sus dificultadoes (todos los toros del encierro las tuvieron), pero Oliva no pudo o no supo superarlas, y para sacar a un matador por la Puerta de la Gloria es fundamental que haga todas las suertes del toreo, incluida la de matar, con excelencia. Para quien no alcanza ese nivel está la Puerta Principal, si quiere hacer uso de ella.
¿Saben ustedes por qué pienso que Oliva Soto hizo ayer esas faenas que le puden cambiar la vida? Pues porque le echó mucho valor y se puso en el sitio que hay que ponerse para torear. Donde si algo falla el toro se lleva por delante a su matador, pero donde si la suerte se ejecuta como se debe, los lances son perfectos. Si a esto se une el temple, que Oliva Soto demostró que tiene para regalar, entonces surge el toreo. Entonces aparecen todas las emociones, tan efímeras como intensas, que este arte es capaz de despertar.
Porque me parece a mi que es eso, cuestión de sitio.

domingo, 11 de abril de 2010

YO NUNCA FUI A UNA ESCUELA TAURINA



Tendría 11 o 12 años cuando fui por primera vez a la plaza de toros de Sevilla. Me llevó mi tío Víctor que era aficionado y decía que había sido compañero de colegio de alguno de los Ordóñez con los que compartía adolescencia en el Nervión de la posguerra. Era un festival de invierno a beneficio de alguna causa en el que quiero recordar que toreó Domingo Ortega, con pelos ya muy blancos, junto a otros grandes de la época. Estaba anunciado también Curro Romero pero finalmente no acudió, de modo que tuve que esperar muchos años para ver al maestro de Camas en el ruedo. Fuimos al tendido 11, muy cerca de donde ahora me siento, y mi tío que decía que ese era tendido de buenos aficionados, me fue explicando las suertes y los lances y me contaba algunas cosas de los matadores que intervinieron en el festival. Así descubrí el toreo y comenzó mi afición que, a pesar de ganaderos, empresas y toreros de pacotilla, ha ido creciendo hasta hoy. Desde entonces fui aprendiendo poco a poco sobre los toros y las suertes del toreo. Ahora preguntando a mi padre, también buen aficionado aunque nunca frecuentó demasiado los duros asientos maestrantes; ahora leyendo las crónicas taurinas en el periódico (en el ABC, claro, que era casi el único que se editaba en Sevilla y el que se leia en casa) o en la revista El Ruedo que a veces veía en alguna biblioteca pública (todavía conservo el número que tenía mi padre en el que se daba cuenta de la cogida y muerte de Manolete en Linares); ahora pegando la oreja a los grupos de aficionados que discutían mientras esperaban la llegada de los matadores en la calle Iris desde donde Antonio Ordóñez recordaba sus años de gloria asomado al balcón de su casa; ahora preguntando a los aficionados, o leyendo las tauromaquias de los maestros.
Fue así como aprendí que hay distintas clases de toros y que cada uno tiene su lidia. Que los naturales se dan "con la muleta en la mano izquierda, el estoque en la derecha y los... [el corazón] en el medio"  que decía el citado maestro Ordóñez, y que para que fueran perfectos el torero debía citar en el pitón contrario y dando al toro medio pecho (menos cuando se ejecutaban de frente y con la muleta recogida como un cartucho de pescao, a la manera de El Espartero y el maestro Pepe Luis). Aprendí también que la de ser manso era una de las condiciones del toro bravo, y que los mansos tienen una lidia y los toros encastados otra. Y que saber torear a un manso es una cualidad de las grandes figuras del toreo (dicen los aficionados viejos que antes había muchos más mansos que ahora). De modo que no aprendí tauramaquia en ninguna escuela taurina. Porque no fui a ninguna y me parece que porque en esas instituciones docentes no se enseña eso.
Todo esto viene a cuento de la corrida de ayer en la Maestranza. Los tres matadores de la primera corrida de toros del ciclo abrileño han ido a la escuela (taurina, claro): Salvador Vega a la de Algeciras, Miguel Ángel Delgado a la de Écija y Miguel Tendero a la de Albacete. Bueno pues parece que todos han leído un sólo libro y desde luego no es de tauromaquia. Resulta sorprendente que Delgado quisiera hacer a su primer toro, un manso pregonao desde que salió al ruedo, la misma faena que le hacen casi todos los antiguos alumnos de las escuelas taurinas a los toros encastados. Eso sí, realmente la misma faena que le quieren hacer a todos los toros. Una tanda por aquí, una tanda por allí y mucha posturita; que tauromaquia saben poca, pero en "darse importancia" tienen matrícula de honor. Deberían enseñar a los infantes que quieren ser matadores de toros que a los mansos se les corre para atrás para encelarlos, y que una faena por delante y sobre los pies también puede ser premiada.
Claro que esto último pasaría si los públicos que acuden a las plazas de toros también se ilustraran un poquito sobre en qué consiste esto del llamado arte de Cúchares. Ayer en la Maestranza, que dicen que es un templo del toreo, había un público absolutamente iletrado (por lo menos en tauromaquia). Porque ver cómo se aplaudían los naturales de Delgado y de Tendero, siempre fuera de cacho y al hilo del pitón, sin cruzarse y sin poner los... [el corazón] en el medio como pedía el maestro Ordóñez, fue un espectáculo lamentable. Les aseguro que si no fuera porque Tendero dio en su primero toda una lección de pinchauvismo (¿vendrá esta palabra en el diccionario de la RAE?) el respetable maestrante le habría pedido una enfervorizada oreja. Lamentable, oiga. De lo de Salvador Vega mejor ni hablar, para qué.
Ah! Y tampoco ayer hubo suerte de varas.

viernes, 9 de abril de 2010

ESPARTACO DEBE PONER UN GIMNASIO


Los novillos que hoy se han corrido en la Maestranza eran terciaditos. De los ocho ejemplares que Espartaco trajo a Sevilla, dos fueron devueltos por la autoridad por falta de trapío y se sustituyeron por otros dos del Conde de la Maza que quedaron como sobreros y que, afortunadamente, no tuvieron que salir al ruedo. Los otros seis tenían buena estampa, aunque alguno hubo que tenía más kilos que cara y, con excepción del sexto que manseó en varias fases de la lidia, estaban encastados. Pero necesitaban ir al gimnasio. Estaban justitos de fuerza que compensaron con casta. Los cinco primeros entraron al caballo con franqueza y apretaron. Nada que ver con la corrida del Domingo de Resurrección en la que la suerte de varas fue un paripé. Si alguna pega hay que poner a las de hoy es la de la colocación: parece que la autoridad ha olvidado que hay que obligar a los matadores a poner en suerte a los astados más allá de la segunda raya. Todo el mundo parece tener prisa en que acabe el tercio de varas y las más de las veces se deja al toro donde caiga, casi siempre entre las dos rayas, sin que los emplumados llamen la atención a los responsables de la lidia para que cumplan el reglamento, que por cierto es la principal obligación y la razón de ser del usía que preside el festejo.
En fin, que si los novillos que se corrieron hubieran ido al gimnasio habríamos asistido a una novillada difícil de olvidar. Otra cosa fueron los jóvenes coleteros. Ninguno llegó a estar a la altura de los ejemplares que les tocaron en suerte. Casares, el más placeado de la terna, que acabó la pasada temporada en la cumbre del escalafón, no fue capaz de encontrar el sitio en el primero de su lote y al cuarto le sacó alguna serie bien ligada con la derecha. Los otros dos están demasiado verdes, aunque apuntan buenas maneras. Pero por esa razón sus novillos les superaron de largo. El madrileño Escribano cumple un año justito de torear con caballos, y quizás por eso no fue capaz de aprovechar las buenas condiciones de su lote (el quinto novillo fue excepcional). Desperdició una ocasión de triunfar en la feria maestrante. Esaú Fernández que apunta una izquierda prodigiosa, no tiene ni un año en el escalafón de los novilleros y se le nota demasiado. Dejó pasar un triunfo grande. Los tres entraron a matar a ley, pero se les va la mano demasiado: seis estocadas bajas y atravesadas. Deben dedicar muchas horas al carretón. Y sus podertenientes o quien corresponda les debe decir que el toreo es una cosa y los arrimones y la prolongación de las faenas a base de pases deslavazados, otra. Eso que lo dejen para otras latitudes: a la Maestranza se viene a torear.
Sólo dos ideas más para terminar estas reflexiones. La primera tiene que ver con la composición del cartel. Está muy bien que la feria comience con una novillada, y más si es de novillos encastados. Pero la empresa debería poner en el cartel a tres novilleros experimentados. Para los debutantes están las novilladas del verano. Parece que hay cierto interés en acelerar las carreras de jóvenes prometedores como los de hoy: se les coloca en novilladas de postín durante un par de años y rápidamente alternativa y a producir. Y después pasa lo que pasa. ¿Alguien piensa que el toreo es sólo cuestión de buenas maneras? El de torero es un difícil oficio y aprenderlo requiere su tiempo. Y en el toreo, como en otros aspectos de la vida, las prisas son malas consejeras. Si Cristian y Esaú hubieran estado más placeados quizás no hubieran dejado escapar una oportinidad como la de hoy, en la Maestranza y con las cámaras de la televisión.
Y finalmente, ¿alguien piensa que Cristian y Esaú son nombres para una figura del toreo?

lunes, 5 de abril de 2010

QUÉ BIEN VESTIDO IBA MORANTE

Lo dicho. Morante iba de dulce. Y así toreó también a su segundo. Derecha de mano baja, temple y ligazón. Pases de pecho magistrales, sobre todo el que interpretó en la puerta de chiqueros en la última tanda. Ese fue inolvidable. Además de trincherillas, ayudados por bajo y adornos de cartel. Por no hablar de la serie de verónicas llevando el toro a los medios: ¡Que quietud y qué parsimonia! Y todo eso con un toro descastado que acabó en toriles, como correspondía al mansurrón y flojo ejemplar de Daniel Ruiz. Ya lo había anunciado en varas huyendo a chiqueros después de sentirse dominado por el mando de las verónicas de Morante. Con la izquierda no se vio nada: o no tenía un pase por ese lado o Morante no lo entendió.
Esa fue la tónica del encierro. Ninguna sorpresa, claro. Ya lo había anunciado en mi anterior comentario. Los toros fueron descastados y flojos, algunos totalmente inválidos. El presidente estuvo rápido en devolver el primero que pedía la UCI nada más salir, pero dejó en el ruedo al sobrero que tenía que haber sido también enviado a los corrales. Pero no se atrevió. Igual que dejó al segundo y al tercero. Qué desastre de toros: ninguno fue a varas con franqueza (claro que sólo al quinto se puso en suerte según los cánones de la tauromaquia). Pero no se picó a ninguno: la suerte de varas quedó en una especie de labor de enfermería. Un paripé. Y además este público aplaude a los picadores sin saber por qué ni por qué no. En los asientos del 10 deben tener reserva la familia de los picadores, porque pasa por allí un enfermero con castoreño y recibe una clamorosa ovación. A veces por no caerse de su montura, a veces por no haber picado, a veces por poner la punta de la puya (sólo la punta) en los lomos del animal.
Lo dicho: los toros de bonita estampa que Daniel Ruiz ha traído a Sevilla
(los que dicen que gustan aquí) no valían para nada. Y como no tenían fuerza, pues arreaban cabezazos y pasaban a trompicones por los terrenos que les marcaban los diestros. Sólo el tercero tuvo alguna dificultad que superó Perera con una primera tanda por la derecha con mado y poder. El mando y el poder suficiente como para que el descastadito animal se rajara y dijera que ya no pasaba más por allí. Fue lo mejor de Perera, que se llevó lo peor del lote (lo que quiere decir que ya era malo lo que le tocó en suerte). Lástima, porque parecía venir con intención de demostrar que el año pasado no debió quedar fuera de los carteles.
Manzanares volvió a demostrar su clase con el noblón quinto, al que también dejó inédito con la izquierda. No ha habido suerte esta tarde: ni una tanda al natural en condiciones. Por cierto que alguien
(por ejemplo su padre) debería decir a José María que agarrar al toro por los lomos es una fea costumbre: abusó Manzanares de ese mal truco con el que pretende hacer ver que alarga el pase. Pues no: los pases largos se hacen sólo con la muleta. La mano izquierda la pone usted donde quiera, pero no en los lomos del toro. Orejilla ganada con una buena estocada.
Pues eso, que Morante iba muy, pero que muy bien vestido. Y además nos regaló toreo de calidad, pero que de mucha calidad. Pero los jandillas que Daniel Ruiz ha traído a la Maestranza eran una verdadera birria. Algún dia los presidentes se atreverán a devolver los toros lisiados (no sólo los moribundos) a los corrales, los picadores harán eso para lo que han sido contratados y los matadores correran la mano por abajo aunque los astados se caigan, que así es el toreo, en vez de fungir de enfermeros de guardia. Si hacen eso cada día (aunque nos quedemos sin toros en los corrales y se acabe la corrida en el tercero) seguramente volveremos a ver corridas de toros. Digo yo.

sábado, 3 de abril de 2010

MALOS PRESAGIOS

Mal comienza la cosa. La corrida del Domingo de Resurrección ha despertado muchas expectativas. Como casi siempre, claro. ¿Quien no tiene esperanzas de una gran tarde con Morante, Manzanares y Perera? Otro tema son los toros propuestos. Decir Daniel Ruiz es tanto como decir jandillas, con lo que empieza el baile de los Domecq. Dicen que es el toro que gusta en Sevilla, pero creo que se equivocan. En Sevilla gusta el toreo, pero para que haya toreo primero tiene que haber toros, esto es, animales bravos con fuerza y casta, no moruchos descastados, noblones y flojos. No tengo muchas esperanzas en este ganado. Veremos...
Pero si digo que la cosa comienza mal no es precisamente por lo de Daniel Ruiz, sino por los matadores. Resulta que Manzanares está con un problema vertebral y va a torear forzado, y Perera está convaleciente de una seria lesión de rodilla. No sé si son las mejores condiciones para afrontar un reto como el del domingo. Claro que si los toros "se dejan" se puede salir así y peor. Pero si sacan casta de la buena, entonces ninguno de los dos está para torear. Al final nos quedaremos con la voluntad (y el arte) de Morante, y el resto puede ser un pufo. Una figura del toreo debe salir al ruedo a dar todo lo que pueda, pero no se debe ir mermado. Si no se está en condiciones, pues se desiste y se da paso a otro. Que hay más matadores que pueden cumplir con creces las expectativas de una tarde como ésta. Vestirse de torero para no poder hacer frente al reto que supone torear en Resurrección en Sevilla es la antesala de un fraude.
Todos iremos el domingo a la Maestranza con la mayor de las ilusiones. Veremos como salimos.

viernes, 2 de abril de 2010

LAS INTENCIONES DE ESTE BLOG

Hoy es Jueves Santo de 2010. Quedan tres días para que comience la temporada en la Maestranza. Me he decidido a abrir este blog para tener un espacio en el que poder hacer públicas mis opiniones sobre lo que va sucediendo en la plaza de toros de la Real Maestranza este año. Y eso porque los aficionados no siempre tenemos un lugar donde dar a conocer nuestras ideas sobre lo que va pasando en la plaza de toros día a día, si exceptuamos los cortos espacios que nos ofrecen algunas páginas de medios digitales de comunicación.
Así que en este sitio intento expresar mis opiniones sobre lo que suceda cada día dentro de la plaza: el ganado, los toreros, el presidente, el público... todo aquello que nos interesa a los aficionados. Y también pretendo recibir las opiniones de otros aficionados, expresando su conformidad o desacuerdo con mis opiniones o exponiendo cuantas ideas crean de interés en torno a la temporada de Sevilla. Eso enriquecerá mi visión de la tauromaquia.
Tengo un gran interés por ver lo que pasa este año en la plaza, porque en un tiempo como éste, en el que el movimiento antitaurino ha tomado un notable impulso, es importante que en los ruedos sucedan cosas que beneficien al arte de la tauromaquia. Es decir, todo lo contrario de lo que ocurrió el pasado año cuando empresa, ganaderos, toreros y, por qué no decirlo, público hicieron un gran esfuerzo por hundir uno de los más bellos espectáculos de cuantos se han inventado. Espero que esta temporada los acontecimientos fluyan por otros derroteros y podamos mostrar la grandeza de este arte que a tantos nos apasiona.
Sólo me queda expresar mi bienvenida a cuantos lectores hayan decidido entrar, leer mis textos y expresar sus opiniones.