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lunes, 9 de mayo de 2011

EL MANSO



El sexto de la tarde, un castaño llamado Higuerito de más de 600 kg pero vareado de carnes porque era, como los demás, de caja enorme, se fue por sus propios pies a los chiqueros dejando al debutante Téllez con dos palmos de narices. Pero antes le dio no sé cuantas vueltas al ruedo huyendo de cuanto coletero se le ponía por delante. Histórico. Como el indulto de Arrojado.
A Higuerito se le veía venir. Aunque fue a las varas con determinación, cabeceó, hizo sonar el estribo y salió del castigo sin demasiado esfuerzo por parte de los toreros. Y en las banderillas se dolió ostensiblemente después de cada par. Si el mexicano se hubiera fijado en esos detalles no se habría empeñado en dar pases y más pases al manso, sólo porque acudía con más o menos empeño a la franela y derrochaba genio en las embestidas: que una cosa es el genio y otra la bravura. En el pecado llevó la penitencia. Higuerito se cansó de ver que no cazaba más que trapo y salió de najas de la jurisdicción del torero y de todo el que se le puso por delante. Un espectáculo (histórico).
Los miuras de ayer no es que fueran muy encastados, pero acudieron al caballo apretando como no hemos visto a ninguno en todo el ciclo. Se ha ejecutado casi por única vez la suerte de varas. Lástima que no estuviera a caballo Ruiz Román, porque habríamos disfrutado de lo lindo (los varilargueros actuantes no están acostumbrados a esas embestidas: ni se colocaban bien, ni ponían la puya en su sitio ni nada de nada). Lo que sí tuvieron todos los ejemplares lidiados fue una imponente presentación, mucho genio y toda la malicia que esa estirpe tiene almacenada. Todos fueron toros con presencia (el sobrero de 670 kg era impresionante), engallados, retadores (algunos algo más blandos de la cuenta), y pidieron a los espadas el carnet de torero. La pelea fue dura en todos los tercios de todos los toros, y Rafaelillo la ganó a ley aunque le costó más de un disgusto y una buena factura del sastre cuando lleve su vestido a reparar.
Los otros dos actuantes no pasaron de discretos. El cordobés Moreno, además de que torea muy poco, no es torero para estas fieras con cuernos, pero la necesidad obliga. Y el mexicano no debió debutar con semejante encierro. Seguro que su padrino de alternativa (Zotoluco) le habría contado algunas cosas del comportamiento de los de Zahariche, pero la realidad que se encontró en el ruedo seguro que superó todo lo que pudiera imaginar. Le tocó lidiar con el más grande (el sobrero lidiado después de devolver a los corrales por inválido al precioso cárdeno que salió en tercer lugar) y con el más manso. El hombre demostró valor y determinación (si no los hubiera tenido habría salido corriendo de la plaza) y muchos deseos de agradar y de demostrar que no ha venido a España para pasearse. Pero no midió bien sus posibilidades cuando salió a poner banderillas a sus dos oponentes (con este ganado sólo Padilla se puede permitir tales lujos) y desde luego demostró desconocimiento del encaste cuando, por agradar al público, se pasó de faena en el último. Espero que tenga suerte y demuestre lo que sabe hacer con otro ganado: cada uno de los que le salieron ayer por toriles valía por dos de los saltillos comunes en los ruedos mexicanos.
En fin, que nos divertimos viendo los toros y a los toreros peleando de verdad. Con este ganado no se pueden hacer figuritas: hay que plantarles cara y dominarlos, como hizo ayer Rafaelillo.