No se puede torear más despacio y con más temple. El joven Manzanares dejó sobre el albero una obra maestra del arte de la tauromaquia. Una obra efímera que quedará grabada en la memoria de los que pudimos contemplarla (y también en youtube para los que no estuvieron allí pero, claro, no es lo mismo). Venía Manzanares dispuesto a triunfar a toda costa, y lo consiguió. Desde las verónicas a pies juntos o con el compás abierto y la excelsa media abelmontada con que terminó de recibir a su primero tras la larga a portagayola (esta vez sí que tuvo criterio la música) hasta los redondos interminables y lentísimos que ejecutó en el quinto. Tiene Manzanares tal poder y tal temple con la derecha que en la faena al primero se llevó un tantarantán por haberse rebozado con el toro hasta el extremo de que cuando terminó el pase tenía los pitones del núñezdelcuvillo en la espalda. Para terminar de poner Sevilla a sus pies sólo le falta mejorar su torero al natural y completar su repertorio con unos kikirikí o unos pases de la firma para culminar las series con la izquierda (que se haga con todo lo que haya grabado de Curro, o que le pida al Maestro que le enseñe cómo se hace tentando unas becerras).
Después de ver a Manzanares, Talavante ha quedado como un torero voluntarioso pero vulgar. Y eso que aceptó el reto y trató de competir y de estar a la altura. Si Manzanares se fue a portagayola en su primero, Talavante lo hizo en el segundo (dice el extremeño que por primera vez en su ya larga trayectoria torera). Talavante tiene valor, pero su toreo es frío (para los gustos de Sevilla, claro) y carece del don del temple. Sus faenas fueron aceleradas y los lances casi siempre acababan con las telas enganchadas. Al sexto, un núñezdelcuvillo que no era un carretón, vaya que no tenía la nobleza marca de la casa y presentaba dificultades y cierto peligro, no supo o no quiso verlo ni le dio las distancias adecuadas, y lo pasaportó con una faena voluntariosa pero bastante insulsa.
Así que Manzanares le mojó la oreja a Talavante en el mano a mano, del mismo modo que Núñez del Cuvillo le mojó la oreja a Juan Pedro Domecq. No es que los núñezdelcuvillo fueran un dechado de virtudes, pero superaron a los flojos juanpedros que, aunque esta vez parecían bien escogidos, demostraron que esa ganadería tiene un problema serio en sus reatas.
Además de ver torear a Manzanares como lo harían los mismísimos ángeles (si es que los ángeles torean), hemos visto un magnífico tercio de banderillas a cargo de su magistral cuadrilla. Una lección torera de cómo se hace la brega de un toro.
En fin, que al menos hemos terminado el abono con dos alegrías. Una porque hemos podido deleitarnos con el toreo de verdad (no todo lo importante ocurre en Nimes), y por otra porque Luis Blázquez sólo salió con contusiones después de una cogida que hizo temer la tragedia.
¡Ya era hora!