lunes, 9 de mayo de 2011

EL MANSO



El sexto de la tarde, un castaño llamado Higuerito de más de 600 kg pero vareado de carnes porque era, como los demás, de caja enorme, se fue por sus propios pies a los chiqueros dejando al debutante Téllez con dos palmos de narices. Pero antes le dio no sé cuantas vueltas al ruedo huyendo de cuanto coletero se le ponía por delante. Histórico. Como el indulto de Arrojado.
A Higuerito se le veía venir. Aunque fue a las varas con determinación, cabeceó, hizo sonar el estribo y salió del castigo sin demasiado esfuerzo por parte de los toreros. Y en las banderillas se dolió ostensiblemente después de cada par. Si el mexicano se hubiera fijado en esos detalles no se habría empeñado en dar pases y más pases al manso, sólo porque acudía con más o menos empeño a la franela y derrochaba genio en las embestidas: que una cosa es el genio y otra la bravura. En el pecado llevó la penitencia. Higuerito se cansó de ver que no cazaba más que trapo y salió de najas de la jurisdicción del torero y de todo el que se le puso por delante. Un espectáculo (histórico).
Los miuras de ayer no es que fueran muy encastados, pero acudieron al caballo apretando como no hemos visto a ninguno en todo el ciclo. Se ha ejecutado casi por única vez la suerte de varas. Lástima que no estuviera a caballo Ruiz Román, porque habríamos disfrutado de lo lindo (los varilargueros actuantes no están acostumbrados a esas embestidas: ni se colocaban bien, ni ponían la puya en su sitio ni nada de nada). Lo que sí tuvieron todos los ejemplares lidiados fue una imponente presentación, mucho genio y toda la malicia que esa estirpe tiene almacenada. Todos fueron toros con presencia (el sobrero de 670 kg era impresionante), engallados, retadores (algunos algo más blandos de la cuenta), y pidieron a los espadas el carnet de torero. La pelea fue dura en todos los tercios de todos los toros, y Rafaelillo la ganó a ley aunque le costó más de un disgusto y una buena factura del sastre cuando lleve su vestido a reparar.
Los otros dos actuantes no pasaron de discretos. El cordobés Moreno, además de que torea muy poco, no es torero para estas fieras con cuernos, pero la necesidad obliga. Y el mexicano no debió debutar con semejante encierro. Seguro que su padrino de alternativa (Zotoluco) le habría contado algunas cosas del comportamiento de los de Zahariche, pero la realidad que se encontró en el ruedo seguro que superó todo lo que pudiera imaginar. Le tocó lidiar con el más grande (el sobrero lidiado después de devolver a los corrales por inválido al precioso cárdeno que salió en tercer lugar) y con el más manso. El hombre demostró valor y determinación (si no los hubiera tenido habría salido corriendo de la plaza) y muchos deseos de agradar y de demostrar que no ha venido a España para pasearse. Pero no midió bien sus posibilidades cuando salió a poner banderillas a sus dos oponentes (con este ganado sólo Padilla se puede permitir tales lujos) y desde luego demostró desconocimiento del encaste cuando, por agradar al público, se pasó de faena en el último. Espero que tenga suerte y demuestre lo que sabe hacer con otro ganado: cada uno de los que le salieron ayer por toriles valía por dos de los saltillos comunes en los ruedos mexicanos.
En fin, que nos divertimos viendo los toros y a los toreros peleando de verdad. Con este ganado no se pueden hacer figuritas: hay que plantarles cara y dominarlos, como hizo ayer Rafaelillo.

domingo, 8 de mayo de 2011

UNA MÁS PARA OLVIDAR



Los núñez de Manolo González fueron otro fiasco ganadero. Para empezar, sólo cinco de los toros superaron la inspección de la autoridad. Y eso que la autoridad sevillana ha demostrado a lo largo de estas dos semanas que no es muy exigente. Cómo serían los desechados si los cinco que se corrieron eran anovillados y se escobillaron los pitones en cuanto topaban con las maderas de las defensas. Sólo el que salió en tercer lugar (Cataoro se llamaba) tenía cuajo de toro, aunque estaba fuera de tipo. Todos fueron blandos, mansos y descastados. Muy descastados. Algunos desarrollaron peligro, quizás por una mala lidia, y ninguno se prestó para que los matadores lucieran sus habilidades: ni con el toreo clásico (a la antigua, tendríamos que decir ahora) como pretendió el reaparecido Juan Mora, ni con el moderno que busca la plasticidad por encima de todo, como es común en Curro Díaz. Sólo le sirvieron a Fandi porque a Fandi le sirve todo para hacer su particular toreo. El quinto que pertenecía al remiendo de Salvador Domecq, tenía bonita estampa y muy mala condición, lo que costó una fea cornada a Curro Díaz de la que parece que puede tardar tiempo en recuperarse. Es decir, de nuevo la basura con cuernos a la que ya nos tiene acostumbrados la ganadería brava (¿?), o al menos a lo que nos tienen acostumbrados la empresa y los veedores de los matadores.
De los toreros sólo se puede decir que Fandi, después de los cientos de corridas que lleva en sus piernas, mantiene un entusiasmo de novillero. Cumple siempre en todos los tercios. A mi no me gusta, pero tengo que reconocer que se gana el sueldo y que su público se divierte de lo lindo. Los otros dos no dieron la talla. De Juan Mora esperaba otra cosa en su reaparición sevillana: intentó algunas series, pero siempre se puso fuera de cacho y era incapaz de mantener los pies quietos. Se le nota muy inseguro y así no se debe reaparecer. Curro Díaz tampoco se colocó nunca en su sitio y nos aburrió. Lamentablemente salió mal parado de su enfrentamiento con el Domecq, posiblemente como consecuencia de su mala colocación. Montoliú, que no logró cuajar su carrera como matador de toros, se ha mostrado como un buen subalterno: puso dos pares de banderillas muy estimables, yendo al toro con donaire y determinación, como hacía su malogrado padre a quién dedicó el aplauso con el que el público agradeció su intervención.
En fin, un festejo más para olvidar.

sábado, 7 de mayo de 2011

EL TEMPLE



Para quien no sepa demasiado de toros y tauromaquia, la corrida de ayer pudo ser una lección magistral. Manzanares mostró en una clase práctica qué es el temple. Y quien siguiera con atención los quehaceres de los toreros de plata durante la brega del segundo de la tarde pudo aprender sin demasiado esfuerzo qué es eso de la lidia de un toro. Sólo con ver eso ya mereció la pena la tarde. Sobre todo porque esta temporada está teniendo más sombra que luces y los aficionados nos conformamos ya con poca cosa.
Mazanares ha vuelto a demostrar su clase y sus conocimientos. Y cómo es capaz de embeber en la muleta un toro, tenga éste las condiciones que tenga. La faena del quinto fue magistral, sobre todo porque el toro no valía para nada. Encontró con prontitud la distancia y mandó en un toro descastado y medio rajado que no tuvo más remedio que seguir la franela del maestro por los caminos que le marcaba. Desde mi punto de vista debería mejorar su colocación cuando pretende torear con la izquierda: no se cruza convenientemente, se queda al hilo de los pitones y por eso las tandas de naturales no acaban de ser redondas. Todas sus faenas han descansado en la mano derecha que maneja con poder y con una lentitud y temple inigualables, bajando la mano, enroscando la embestida en torno a su cintura, dejando la muleta en  el hocico del toro y embarcando al animal en un nuevo lance. Y además de conocimientos y técnica, Manzanares tiene pellizco, duende. Por eso Sevilla se le ha rendido y lo ha hecho suyo, aunque sus banderilleros siempre lleven los palos forrados con los colores de su ciudad natal. Pero Manzanares es ya el torero de Sevilla. En el primer toro de ayer se ganó una oreja a ley, pero la señora presidenta no se la quiso dar (¡qué agravio si comparamos con los dos apéndices regalados el jueves!); se la dio en su segundo toro donde hizo una faena de menos enjundia que en el primero y pinchó. Pero bueno está: nos divertimos y dimos la corrida por buena. 
Los toros de Jandilla se portaron con lo que son: toros de los que llaman nobles (bobalicones diría yo), blandos hasta la desesperación, descastados... (Me gustaría ver a Manzanares con toros más encastados, con más mordiente, menos "artistas"). Algunos presentaron algún peligro, sobre todo el sexto de Talavante. Pero me hubiera gustado ver ese toro en manos de la cuadrilla de Manzanares. Porque la lidia que le hicieron los toreros que acompañan al extremeño, fue infame y todos sabemos que el cincuenta por ciento de una faena reside en la lidia que se da al toro en los dos primeros tercios. Por eso a Manzanares siempre le llegan los toros en condiciones: porque tiene una extraordinaria cuadrilla (la mejor si exceptuamos a la que acompaña a El Cid, sólo que en ese caso el maestro no está al nivel de sus subalternos). Talavante peleó con ese sexto, pero todo quedó en nada. El año que viene no debería venir tantas tardes: no se las ha ganado.
Castella tuvo un magnífico toro en su primero al que toreó con ambas manos, pero es torero con técnica y muchísimo valor pero poco pellizco. Llegó a cansar un poco en sus faenas en las que expuso de lo lindo, sobre todo en el cuarto de la tarde con el que se la jugó en un quite por chicuelinas y en el cambiado con el que comenzó la faena. Pero dice poco con este ganado bobalicón: pienso que podría hacer otra cosa con toros más encastados, que presenten una pelea digna del poder y la fuerza del francés.
En definitiva, una tarde interesante en la que disfrutamos de lo lindo con el arte y el temple de Manzanares y con el pundonor de Castella. Algo es algo.

viernes, 6 de mayo de 2011

TRES EN UNA



Tres festejos y muy poquito que decir. Muy poquito. Todo se podría resumir en algo así como "más de lo mismo". Tres festejos con toros que parecen fotocopiados: es lo que tiene el monoencaste. Sólo el quinto del encierro del martes se salió un poco de la tónica general. Un toro con caja y con sus kilos pero no gordo, con trapío y con casta que El Cid se dejó crudo. El toro era de triunfo, pero El Cid ya no parece tener condiciones morales para tratar con algo así. Le faltó reposo y seguridad, no lo vio en ningún momento. O no quiso verlo. El Cid sólo asentó las zapatillas en su primer toro del viernes: consiguió una oreja que supo a poco dado lo que se espera de él en esta plaza, porque en el cuarto volvió a dar el petardo. Y eso que de los cuatro toros con los que se las vio el único que tenía algo de mordiente fue aquel burraco de El Pilar. Un fiasco y una desilusión.
En esa mala corrida de El Pilar sólo vimos las ganas y las buenas maneras de Esaú Fernández, un joven torero de Camas que me ha sorprendido. La verdad es que después de verlo en las novilladas del verano pasado tuve la impresión de que estaba demasiado verde para tomar la alternativa. Pero mostró serenidad, técnica y valor. Y mucho gusto manejando los trastos. También mató con soltura. Si lo llevan bien creo que puede convertirse en un buen torero. Esperemos que no se atore en su primer año y retroceda todo lo que ha avanzado, porque es muy joven y tiene muchas ganas. Dos orejas al esportón que no son mal comienzo para una carrera y que nos quitó el mal sabor de boca que en aquella corrida nos dejaron Morante, El Cid y los toros.
Lo de Fuente Ymbro que se toreó el miércoles fue para olvidar. Una muy mala corrida: mansa, descastada, floja hasta la desesperación. Parte del público pidió (también) la devolución del último toro, pero en el 11 se suplicaba por primera vez que el presidente no hiciera caso: estábamos tan aburridos que lo que queríamos era salir cuanto antes de la plaza. El ganadero ha llegado a la cima: ha logrado toros absolutamente bobalicones y descastados. Ya tiene lo que quería. Ahora, a matarlo todo y a dedicarse a la cría de retinto que tiene mejor precio en las plazas de abasto. Los matadores también tienen lo que querían y por eso pasaron sin pena ni gloria. Sólo Tejela intentó hacer algo con sus enemigos, pero fue un esfuerzo inútil. Perera sigue en sus trece. No acaba de salir del hoyo en el que cayó el año pasado. Y Talavante aburre a las moscas.
La corrida de ayer pareció comenzar con otro son, pero acabó en lo mismo. Las ganas de El Cid en el primero dejaron algunas buenas series con la derecha, pero con la izquierda siguió mal colocado y así no se puede. Los tres matadores dieron una lección de cómo se dobla la cintura para citar por naturales: hay que doblarla mucho para colocar la muleta en el pitón contrario pero poner los pies absolutamente fuera de cacho. En eso Cayetano se mostró como un maestro. Este joven debería dejarlo y dedicarse al modelaje: seguro que ahí tiene más futuro. Se le nota que ha trabajado mucho delante del espejo, porque posturas sí que pone: ahora recuerda a su padre, ahora recuerda a su abuelo. Pero a ninguno de los dos se parece cuando tiene un toro delante, aunque el astado sea un bobalicón de esos que le selecciona su pariente y apoderado. Y además ha pasado al populismo más descarado. Su último toro en Sevilla, un manso de solemnidad como todos los jandillas de Jaén, lo trapeó entre el 10 y el 12 después de quitarse ostentosamente las zapatillas, no sabe uno muy bien por qué ni para qué. Sería un consejo de su hermano que estuvo asesorándole detrás de las tablas durante toda la faena. La solanera agradecida (no sólo las mujeres, que más de una vez le piropearon) y parte de la sombra incluso llegó a pedir la oreja. Será por lo de las zapatillas o porque es muy guapo, o yo qué sé. El caso es que el presidente esta vez tuvo criterio y no se la dio. Pero a instancias de su cuadrilla se marcó una vuelta al ruedo muy compuesta y salerosa en la que las féminas pudieron verle de cerca, tirarle toda clase de prendas y piropearle a voluntad.
Daniel Luque estuvo esta vez menos apático que en su anterior corrida y también fue injustamente recompensado con una oreja por su tesonera faena al manso que cerró la corrida. Cosas de esta plaza de toros en la que ya no sé si el que está equivocado soy yo: la música atacó un pasodoble cuando el de Gerena iba a recoger el estoque para acabar de una buena estocada con su oponente. Cosas para ver y para olvidar.
Y hoy jandillas de verdad. Eso es, más de lo mismo.

martes, 3 de mayo de 2011

VUELTA A LA NORMALIDAD



Dado como fue la tarde de ayer, mientras volvíamos de la Maestranza comentaba que no tenía ni idea de cómo iba a titular este comentario. Y Paco me dio la solución: llámalo "vuelta a la normalidad".  Y tenía razón. Después de dos días un poco extraños en los que, con razón o no, se había abierto la Puerta del Príncipe, se había indultado un toro y, sobre todo, se pudieron confrontrar opiniones (que si Juli mereció tal o cual, que si Morante esto o lo otro, que si Manzanares... que si el toro era o no para indultarlo...), hemos vuelto a la normalidad: todos estábamos de acuerdo en que la corrida ha sido un pestiño; es decir, ha sido como todas las anteriores al viernes. Vaya, lo normal del abono.
Lo que Fidel San Román trajo a la Maestranza desde su dehesa de Toledo era pura basura con patas. Mulos con cuernos: mansos, descastados, mal presentados, algunos muy gordos, otros chicos, pero todos blandos e indignos de una plaza y una feria como la de Sevilla. Vamos, puros juanpedros. Es lo que tiene apuntarse a la cría del toro artista para colocarlos en los carteles de fuste. Se les quita tanta casta, se busca tanta "nobleza", que sale esto: bueyes de carreta. Pues ya saben toreros, apoderados y empresas qué es lo que pasa después. Un fracaso en toda regla y además televisado. A ver si el año que viene la empresa Pagés vuelve a comprar más ventorrillos.
Con ese mal ganado, el único torero que defendió su inclusión en el cartel fue Juli, como no podía ser menos dada la profesionalidad, conocimientos y vergüenza torera del personaje. Perera y Luque dieron un petardo de categoría. Luque ha dejado ver que no tiene sitio ni, al parecer, ganas de encontrarlo. La para algunos joven esperanza de la torería sevillana demostró que está falto de recursos y no supo qué hacer con ninguno de sus oponentes. Tan fuera de todo está que incluso brindó un toro que fue protestado por el público por su evidente falta de fuerzas, pero que el presidente dejó en la plaza (mejor, porque al menos pudimos irnos antes). Y parece que ha contagiado su desgana y sus carencias al bueno torero que era Mariano de la Viña.
Perera por su parte ha perdido los papeles y parece que los petardos que dio el año pasado no fueron consecuencia de una pájara circunstancial: lo realmente circunstancial fueron sus éxitos de los dos años anteriores. Toreó siempre fuera de sitio (Paco dice que toreaba por teléfono), sin recursos, dejándose enganchar los trastos, y mato mal. Vaya que ha hecho todos los méritos, junto con Daniel Luque, para no volver a la Maestranza.
Lo dicho, una tarde más para olvidar. Lo normal, vamos.

domingo, 1 de mayo de 2011

POBRE MAESTRANZA



Después de la soporífera preferia que hemos padecido, el viernes y el sábado, cuando empezó el ciclo de lujo caracterizado por el dominio del encaste Domecq, dio comienzo también el festivalismo triunfante. Dos días, dos triunfos. Dos corridas de figuras en el cartel, de gente guapa en los tendidos y de toros artistas. Dos días en que se abrió la Puerta del Príncipe (dice Antonio que, si la cosa sigue a este ritmo, los maestrantes van a tener que hacer acopio de aceite para engrasar los goznes) y se hizo historia: se indultó un toro. Les aseguro que no tengo memoria de cuándo se produjo un hecho semejante en la Maestranza. Los más viejos de los que se sientan en el 11 dicen que hace muchos, muchos años se indultó un novillo (cómo sería el animal). Pero nada más. Un toro, nunca. Dos días también en los que, por fin, vimos torear. Lo que no es poca cosa.
Esto de los indultos se ha puesto de moda. Dicen que es para impulsar la fiesta en tiempo de tribulaciones, aunque no estoy tan seguro de que  esta práctica sirva realmente para ese fin. El viernes al llegar al tendido comenté con Paco y con Javier que, con un poco de suerte, veríamos indultar a un toro: Juli lleva dos garcigrandes indultados en lo que va de temporada, y no sería extraño que sucediera lo mismo en la Maestranza (digo yo que si tendrá Julián López intereses accionariales en esa ganadería). No fue ese día, sino al siguiente. No fue Juli, sino Manzanares. Y no fue un garcigrande sino un nuñezdelcuvillo. Dicen que la tauromaquia es un ejemplo singular de espectáculo democrático: es el público el que manda. Y un buen número de espectadores sacó ayer el pañuelo blanco pidiendo el indulto para Arrojado: resultado, que el presidente sacó un pañuelo naranja y el beneficiado animal volvió a los chiqueros entre el clamor popular. Resulta interesante comprobar cómo cuando habiendo el mismo clamor en los tendidos protestando por la poca fuerza o trapío de un toro, el presidente se hace el sueco y deja seguir la lidia: ¿Será que en esos casos la democracia no vale y es sustituida por el despotismo (¿ilustrado?) del presidente y sus asesores? Un misterio.
Yo lo siento, pero creo que ayer el presidente no ayudó para nada al prestigio ni al porvenir de la tauromaquia: se equivocó. Arrojado no es un toro de indulto. En eso coincidimos casi todos los que ocupamos ese sector del 11 en el que se junta un buen número de aficionados (casi todos menos José Luis, que defendió la actitud de Manzanares y del usía). Fue un toro encastado y noble, claro que sí. Lo que sucede es que llevamos muchas corridas seguidas sin ver un toro con esas características y lo que debería ser normal se ha convertido en extraordinario. Para lograr el indulto un toro tiene que ser excepcional. No basta con que tenga algo de casta; además tiene que ser bravo. Muy bravo. Al indultarlo podrá padrear y garantizar la continuidad de la buena ganadería de lidia. Y lo que hizo Arrojado en el ruedo maestrante no fue precisamente lo que hace un toro bravo. Para ser indultado un toro debería entrar tres veces al caballo, desde lejos, con codicia, apretando con la cara abajo, sin cabecear y sin salirse de la suerte. Y nada de eso lo hizo este nuñezdelcuvillo. Lo que hizo fue señal de todo lo contrario. Además, en el tercio de banderillas se fue a la querencia y tuvo que ser banderilleado al revés, con el riesgo que eso supone para los toreros. Y Manzanares tuvo desarrollar el tercer tercio de la lidia en terrenos del sol, cada vez más cerca de la puerta de toriles, en donde el toro quería estar. ¿Es todo eso síntoma de bravura incontestable? Como decían unos madrileños del 9 que habían venido expresamente a ver la corrida, una vez devuelto a El Grullo el ganadero no debería ponerlo a padrear: no es toro para eso. Hemos visto en Sevilla muchos toros más bravos que este y ninguno ha merecido la gracia del indulto.
En mi opinión la Maestranza ha bajado de categoría con la decisión del presidente. Un presidente que no se ha caracterizado por las buenas acciones: parece que no sabe de esto. Con su actitud el presidente ha contribuido a que la Maestranza se convierta en una plaza festivalera y triunfalista en la que todo vale. Al fin, cuando llegan estos días los tendidos se llenan de públicos elegantes y de gentes que no quieren decir que han gastado un dineral en una entrada para salir con una decepción. Públicos que no tienen mucho criterio a la hora de aplaudir o de pedir triunfos o de indultar un toro. Sólo una muestra: el viernes se aplaudió en el arrastre a casi todos los garcigrandes, unos animalejos mansos y descastados. Ver para creer.
Tampoco los presidentes están haciendo mucho por el histórico ruedo sevillano. El viernes presidía Anabel Moreno y se empeñó en sacar a Julián López por la Puerta del Príncipe (como no lo consiguió el Domingo de Resurrección...). Y ayer Julián Salguero, además del indulto, regaló a Manzanares el segundo apéndice de su segundo toro. Contribuyen con esta actitud a hacer de la Maestranza una plaza triunfalista y sin valor. Una plaza de segunda.
No quiero decir con esto que Juli y Manzanares no hayan tenido mérito en sus actuaciones. Ayer Manzanares consiguió emocionarme en su noble primer toro. Lo entendió a la perfección y supo llevar su pastueña embestida con un temple inigualable: qué lentitud, qué ligazón. Puso a la plaza en pie y se ganó las dos orejas en ese toro. Hacía mucho tiempo que no veíamos algo semejante. Manzanares se ha convertido en un gran torero. Pero bajó muchos puntos con su concesión a la galería al negarse a matar a Arrojado, una actitud que sólo tiene una explicación: evitar el riesgo de entrar a matar. Sabía el torero que tenía las dos orejas en la mano y le pusieron en bandeja la posibilidad de no arriesgar el triunfo con un desafortunado espadazo. En el segundo volvió a intentarlo, pero ni el toro era igual ni la actitud del matador la misma: enjaretó muy buenas tandas con la derecha, pero con la izquierda casi no quiso verlo. Se colocó descaradamente fuera de cacho en la única serie de naturales que instrumentó. Y además la tan valorada estocada a ese segundo estuvo caída. Lo vimos muy bien desde el 11. De modo que con la complacencia del presidente se llevó un apéndice de más. Merecida Puerta del Príncipe de todos modos.
Sin embargo creo que el triunfo de Juli el día anterior fue excesivo. Ya he comentado que los garcigrandes fueron muy descastados y absolutamente tontorrones. Toros de esos de pasa p'acá, pasa p'allá. Pero sin casta ni mordiente ni nada de nada. Un claro ejemplo de esos toros artistas que tanto gustan a los toreros. Juli demostró que es un grandísimo y poderoso torero. Su primero andaba despistado correteando por el ruedo y logró fijarlo en el mismo centro de la plaza con un solo muletazo. Después le instrumentó una faena marca de la casa, con mucho mando y temple, pero sin emoción ninguna. Aquello no tenía mordiente, porque no había un toro encastado. De modo que una oreja hubiera sido premio adecuado. De la tercera oreja no quiero ni hablar: no se puede dar un trofeo a una faena sin enjundia y después de un pinchazo. Pero Anabel Moreno quería sacar a su torero por la Puerta del Príncipe y lo consiguió.
Para terminar. Creo que Ponce no debería vestirse de torero para dar espectáculos como el que dio el viernes: es una figura histórica de la tauromaquia y no se debe ir arrastrando así por las plazas. Cayetano sigue demostrando que se viste bien y que torea de salón con primor, pero torero no es. Y Aparicio debe tener un enchufe tremendo con la casa Pagés, porque de lo contrario no se explica que siga en los carteles año tras año.
Morante demostró ayer de nuevo que es de otra galaxia. A su manera pero de otra galaxia. Las verónicas que dió al primer nuñezdelcuvillo y la media con que remató sólo las puede instrumentar un torero con el sentido del temple y del arte que él tiene. Y en la media esta vez no se enmendó. Bien por la música. 

viernes, 29 de abril de 2011

FIASCO DE VICTORINOS



Si señor. Otro fiasco ganadero. Razón tenía Victorino Martín cuando decía que no iba a Madrid porque no tenía toros. Pero sí tenía para Sevilla, claro. Porque aquí se aguanta todo. Un público que de respetuoso es casi tonto y una presidencia que no lo defiende como es su obligación. Será porque quieren ir gratis a los toros, o quitarse un poco de la rutina diaria durante un mes, o yo qué sé. Pero ayer se quedaron en le ruedo al menos dos toros que deberían haberse vuelto a los corrales.
Los victorinos habían despertado expectación, a pesar de que la temporada pasada tampoco respondieron a lo esperado. Un aviso a la empresa: si en 2010 la plaza se llenó el día de los victorinos, ayer había muchos claros en los tendidos. A este paso, entre unos y otros van a conseguir que no vayamos a los toros. Ni defensores de los animales, ni antitaurinos a la catalana, ni nada de nada: lo repito otra vez, toreros, ganaderos y empresarios son suficientes para acabar con la tauromaquia. Peor para todos.
Al menos ayer pudimos ver algo de interés. ¡Qué buena cuadrilla tiene El Cid! ¡Qué bien lidiaron al segundo toro! ¡Qué buen torero es Boni! ¡Qué bien hizo la suerte Ruiz Román! Por fin pudimos ver picar a un toro puesto en suerte y citando de la manera adecuada. En ese toro El Cid volvió a demostrar que no ha recuperado el sitio ni la confianza. Era un buen toro, al menos en comparación con lo que está saliendo de toriles. Un poco gordo (después hablaré de eso) pero un buen toro. El Cid le enjaretó alguna serie firme con la derecha, pero con la izquierda no pasó de probaturas ayudándose con la espada. Unos intentos para intentar decir que el toro no servía, pero ya está. Y en mi opinión el toro iba bien por ese lado: lo que descubrió El Cid con esas probaturas es que ya no es el poderoso torero que fue. En su segundo tampoco pasó de muy discreto, aunque mató bien. A buenas horas mangas verdes...
La sorpresa para mí fue Padilla. Toreó muy bien de capa al cuarto de la tarde; le puso un muy buen par de banderillas saliendo de los adentros y lo mató magistralmente. Ese espadazo valía una oreja. De momento es la estocada de la feria; muy difícil de superar. Aunque como se trata de Padilla, pues seguramente se llevará el premio algún figurón del toreo. Y además estuvo muy atento a todas las fases de la lidia en todos los toros: estuvo a los quites, siempre en su sitio (lo que es cada vez más difícil de ver), acompañó a los picadores hasta que dejaba cerrado el portón... Ya digo, una sorpresa para mí que siempre le he tenido por un torero valiente pero basto y aturrullado. Cortés sólo me gustó a ratos. Abusó de torear al hilo de los pitones, y sólo cuando se colocaba bien, las menos de las veces, conseguía series interesantes. Creo que pudo hacer más con lo que le tocó en suerte.
De los toros, para qué decir nada. Eso no es lo esperado de un ganadero que tanto ha presumido de ser distinto de sus colegas llamados comerciales y que siempre a culpado a los toreros de los fracasos de sus toros. Los de ayer eran blandos y bastante descastados. En mi opinión los tres primeros estaban pasados de peso. El primero escandalosamente regordío y basto. No estaban en el tipo de la ganadería: yo creo que se confunde trapío con kilos. Los saltillos de Albacerrada quizás no deberían pasar de 500 kg. De ese modo hay una relación ajustada entre la estructura del toro, su musculatura y sus fuerzas. Pasados de peso ni son bonitos ni se mueven como el aficionado espera que lo hagan. Tantos kilos sólo son buenos para que tengamos más masa para hacer un buen guiso.

jueves, 28 de abril de 2011

UN GRAN ERROR



Me imagino la escena. Ayer, nada más salir a la calle Adriano, supe lo que iba a pasar un poco después. Alguno de los Lozano, o los dos a la vez, iba a llamar al mayoral que cuida de los Alcurrucén y le echaría la mayor bronca que ha recibido en toda su vida: ¿Cómo se le había ocurrido encajonar a Cariñoso (el toro que se corrió en cuarto lugar) con el encierro que se iba a lidiar en la Maestranza? Porque tuvo que ser un inmenso error que el pobre mayoral va a pagar caro el resto de su vida. Quizás hasta pueda costarle el puesto.
No se explica de otro modo que en un encierro de mansos de libro se colara un toro con un poquito de casta (tampoco muchísima), que no huía de su sombra y que no buscaba desesperadamente la puerta por la que había salido a la dorada arena maestrante. Es evidente que los ganaderos lo tenían todo planificado: limpieza de corrales, que en Sevilla se aguanta todo. Hay plazas en las que si sale semejante ganado se monta un altercado de orden público y no se vuelve a ver una P en los corrales hasta dentro de un siglo (si es que los taurinos no han acabado antes con la tauromaquia). Oliva Soto le pudo enjaretar al menos manso unas tandas de interés, pero de nuevo perdió mejor premio por fallar con la espada al primer intento.
Lo dicho, el mayoral va a pagar caro el error de encajonar ese toro. ¡En qué estaría pensando cuando apartó la corrida!

miércoles, 27 de abril de 2011

UNA MANSADA DE DOLORES AGUIRRE



Eso fue el encierro de ayer, una mansada. Mulos con (muchos y grandes) cuernos, (mucho) peligro y (muy) pocas fuerzas. O la ganadera ha enviado toda la basura que tenía en el campo para estrenarse en la Maestranza, o debe matar vacas y sementales y comenzar de nuevo, o (mejor) dedicarse a la cría del cerdo ibérico que por los pagos de Constantina se daría bien. Nada más hay que decir.
Bueno sí. Un par de cosas. Que Barrera se la jugó en una muy buena estocada a su segundo y que ayer tampoco hubo lidia ni suerte de varas. Ese peligroso ganado campando a su aire por el ruedo daba más miedo todavía.
Y para terminar, a juzgar por su actuación, el usía que ayer presidió la corrida (es un decir), estaba al servicio de la empresa y no para defender al público. Dejar como dejó algunos mansos lisiados en el ruedo debía ser causa de cese fulminante por parte de la autoridad a quien corresponda el nombramiento de los presidentes.

martes, 26 de abril de 2011

EL PROBLEMA ES LA LIDIA



La verdad es que ayer salí bastante desconcertado de la plaza. Desconcertado con los toros del Conde de la Maza y desconcertado con los toreros que se las vieron con ellos. Por eso esta mañana, antes de ponerme a escribir y por primera vez desde que escribo estas líneas, he leído algunas reseñas de la prensa y algunos blogs que tratan sobre la corrida de ayer en la Maestranza. Y sigo aún más desconcertado. De modo que voy a volcar aquí algunas ideas que a veces contradicen lo que otros piensan de toros y toreros, pero que reflejan del modo más fielmente posible mis impresiones.


En primer lugar pienso que se trató de una corrida difícil y con una presentación desigual. El primer toro, aunque con la edad necesaria, tenía escaso trapío: parecía un novillete, pero estaba encastado y tenía peligro. Algunos fueron muy blandos y otros mansearon. Tuvieron su trapío, eran badanudos, bien armados, con sus kilos... Aunque hay quien dice que todos fueron mansos y descastados yo no lo creo así. Para mí fueron mansos los dos del lote de Oliva Soto, que tras la primera vuelta de reconocimiento del ruedo buscaron rápidamente la puerta por la que habían entrado. Pero estaban encastados y tenían genio, como demostraron a lo largo de la lidia, y sólo el segundo de ellos se fue a morir a la querencia, aunque después se echara justo enfrente. Todos los toros tuvieron mucho peligro y desarrollaron a lo largo de la lidia una conducta que ponía en riesgo a cuanto coletero se movía por la arena, que por cierto estaba muy blanda y removida en los tercios correspondientes a los tendidos 3 y 5, lo que provocó la caída de más de un astado y puso en peligro a los hombres de a pie.


Yo creo que si las cosas fueron tan mal en la corrida no fue sólo por los toros sino tambien por los toreros. Que los toros tuvieron dificultades es cierto. Pero es que se trata de toros, no de carretones de entrenamiento, ni desde luego de bobalicones "toros artistas" de esos de "pasa p'acá, pasa p'allá", mientras el torero se preocupa de "darse importancia". La lidia de los del Conde fue un desastre. Todos salieron abantos, como corresponde a su encaste porque son parladés vía Núñez. Pero cuando se les llamaba acudían presto y al galope a los capotes; sólo el tercero y el quinto buscaron la salida en sus correrías por el ruedo. Pero las cuadrillas parecían haber visto salir de chiqueros fieras corrupias en lugar de toros. ¡Qué desorden! ¡Cuántas carreras! ¡Cuánto mantazo! Y así fue el primer y segundo tercio en todos los casos. Sólo ocasionalmente lograron hacerse con los toros, recogerlos. Ahí Vilches hizo lo mejor de su actuación con unas buenas verónicas en el primero y no tan buenas en el segundo de su lote.Y qué decir de la suerte de varas, que no existió. Los toros se pusieron en suerte donde a ellos mismos les dio la gana. A veces en el mismo tercio, al hilo de las tablas. Desde luego nunca dónde y como manda el reglamento. Los que fueron de largo lo hicieron al relance o por propia voluntad, porque hacían lo que querían por el ruedo sin que nadie pusiera orden en ese desbarajuste. Supongo que la Real Hacienda habrá tenido ayer buenos ingresos si la usía aplicó el reglamento, porque todos los responsables debieron salir multados de la plaza. Es curioso lo que pasa en esta Maestranza: si tras estoquear al toro los peones intentan hacer una rueda de capotes, inmediatamente aparece un emplumado dando golpes en las tablas con su fusta para indicar a los toreros que eso no se puede hacer, al tiempo que entre el público comienzan las protestas. Pero si se pone al toro detrás de la primera raya del tercio o el picador sale con su montura a donde le venga bien para picar al toro, ni alguacil, ni público ni nadie protesta. Y mientras, los matadores cuya obligación es poner al toro en suerte, haciendo el más perfecto de los tancredos: sin  inmutarse, vaya. Después el del castoreño ponía (es un decir) la vara donde caía: en la paletilla, en el rabo, en el lomo... donde cayera. Es que no puede ser.


Y en el segundo tercio más de lo mismo. Mantazos van y mantazos vienen, y el toro puesto en suerte (también es un decir) donde le parecía pararse. Porque aquello parecía una capea de pueblo. Y los matadores de nuevo haciendo el tancredo, como si no fuera con ellos. Y claro, como algunos toros habían blandeado en varas, sobre todo el tercero que a más de mansote resultó tullidito y la usía no quiso cambiarlo (otros se caían en el arenal que había entre los tendidos 3 y 5), pues capotazos para arriba, y el toro topando telas cada vez que le ponían una por delante. Vamos que nadie enseñó a los toros por dónde había que embestir ni les forzó a humillar. Como los toros salían engallados y los torearon para arriba, pues después pasó lo que pasó.
Y qué decir de los matadores. Sólo Oliva Soto parecía saber algo de qué había que hacer con aquellos toros maleducados. A los dos les comenzó la faena con saber y torería. Los doblones de inicio del segundo toro fueron una delicia. Como alguna de las tandas por la izquierda, y algunos remates... Demasiado para unos toros maleducados y que tiraban gañafones por donde querían. Pero los otros dos ni supieron qué hacer. Lo siento por sus paisanos, pero Vilches me pareció un torero sin recursos. Con su primero, que no fue tan malo, no sabía por dónde empezar. Probatura por aquí y enganchón; probatura por allí, y enganchón. Y así hasta el hastío. Después me dijo Paco que en programa de mano decía que el pasado año había toreado tres corridas de toros. Eso explica algunas cosas. Y Fandiño, pues pasó por allí y nada más. En fin, que quedó la torería de Oliva (y su analfabetismo estoqueador) y nada más.

lunes, 25 de abril de 2011

TOROS DE LUTO


Los toros de Daniel Ruiz llevaban ayer la divisa negra en señal de duelo por la muerte del ganadero Juan Pedro Domecq. Y también se puso de luto el cielo sobre la Maestranza cuando los integrantes del paseíllo pararon para guardar el minuto de respetuoso silencio en homenaje al malogrado ganadero y a Pepín Martín Vázquez, fallecido el pasado febrero. Después esa nube negra comenzó a descargar agua de forma inmisericorde sobre el ruedo maestrante durante la lidia de los dos primeros toros. Con lo guapo que iba el público ayer a los toros: daba pena ver descomponerse los peinados de las señoras o las chaquetas de los endomingados caballeros empapadas por la tormenta. Una pena. Para una vez que se va a los toros con cartel de tanto fuste y tener que bajar los tendidos a todo correr a refugiarse en las galerías hasta que el aguacero cesase.

Claro que después esos mismos públicos se desquitaron y pidieron desaforadamente las dos orejas para Julián López en el quinto de la tarde. Que no iba uno a venir a la Maestranza un Domingo de Resurrección con todas las galas, sólo para contar después que se había puesto chorreando con la llantina que el cielo descargó en señal de luto. Ya que uno se ha gastado un dinero en la entrada (la plaza de bote en bote, como corresponde) y se ha puesto el terno hecho una pena, por lo menos había que presenciar un triunfo inenarrable del gran Juli. Pero lo más increíble fue que la Señora Presidenta, que estaba a buen resguardo en su palquillo y que no había pagado entrada, secundase la petición. Dos orejas de regalo al esportón para una faena vulgarcita en la que sólo una tanda por la derecha mereció la pena, aunque los de Tejera volvieran por sus fueros y atacaran el pasodoble cuando desde el 12 se oyó por primera vez "Músicaaa!". Con lo bien que tocan y lo mal dirigidos que están: esta banda está perdiendo los papeles año tras año.

Es verdad que Julián López logró que el animalejo de Daniel Ruiz siguiera la muleta, a trompicones, pero la siguió. Es que Juli es muy listo y tiene muchas tablas y no estaba dispuesto a vivir otro petardo como el del pasado San Miguel. Tan listo es y tantas "tablas" tiene que los públicos aplaudieron al descastado animal en el arrastre. Realmente Julián López, que sabía lo que tenía delante, toreó para la galería: mucha voluntad, mucho gesto, mucho teatro, pero casi siempre al hilo de los pitones, sin cruzarse. Además mató saliéndose de la suerte. Lo que nos queda que ver en esta Maestranza...

Porque el animal aplaudido era descastado y flojito, como todos sus hermanos. Qué fiasco de corrida: como la del año pasado, claro, cuando también abrieron el abono estos birriosos toros de Daniel Ruiz que debe tener un acuerdo con los veedores de la empresa y con los apoderados de los figurones del toreo que ayer compusieron el cartel. Yo hablaría con la jueza Alaya, porque éste debe ser un caso claro de tráfico de influencias. Es lo que tienen los "toros artistas" que inventó el malogrado ganadero, en un símil con el concepto de "torero artista". Claro que un torero artista, si tiene la suerte de dar con un toro boyante y encastado, puede hacer una faena que quede en los anales de la tauromaquia. Pero un toro artista sólo dará un espectáculo si tiene delante a un artista de torero que, como Juli ayer, haga creer a los públicos que sucede en el ruedo lo que realmente no sucede. El arte del similiquitruqui, vaya. Los jandillas de ayer eran eso: toros artistas para el similiquitruqui. Descastados y flojos o lisiados. Sólo el tercero, un buey de 600 kg que era tan inválido como regordío y que no podía mantenerse en pie, fue devuelto. Pero también debería la usía haber devuelto el segundo: sólo se libró porque cuando salió estaba el aguacero en todo su apogeo. Por no hablar del cuarto de la tarde: un novillete (con más trapío se han toreado novillos en esta plaza) al que Morante no quiso ver, ni falta que hacía.

De lo demás, poco se puede decir. Como casi todos los aficionados, el excelentísimo Rafael Valencia, reciente académico de la de Buenas Letras y buen conocedor, veía pasar los toros con una cara de aburrimiento digna de mejor causa. Claro que al menos tuvo la ventaja de no mojarse. Manzanares, con más voluntad que confianza, enjaretó una serie con la derecha en cada uno de los suyos. Pero con la izquierda no quiso ni verlos: citó fuera de cacho y como sus toros artistas no iban por dónde el quería (porque claro al toro hay que llevarlo toreado y no dejarlo pasar de aquí para allá y de allá para aquí) pues desistió y vuelta a los trapazos con la derecha. Una decepción.

Eso sí. Morante, que ayer no iba ni bien vestido, hizo un quite al tercero de esos que valen toda una corrida: dos verónicas de ensueño. Remató con media muy lenta que hizo las delicias de públicos y aficionados aunque, de verdad de verdad, en ese lance se alivió y echó la "pata" para detrás. Pero quién se fija en esas cosas un Domingo de Resurrección en la Maestranza...