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EL TEMPLE
Para quien no sepa demasiado de toros y tauromaquia, la corrida de ayer pudo ser una lección magistral. Manzanares mostró en una clase práctica qué es el temple. Y quien siguiera con atención los quehaceres de los toreros de plata durante la brega del segundo de la tarde pudo aprender sin demasiado esfuerzo qué es eso de la lidia de un toro. Sólo con ver eso ya mereció la pena la tarde. Sobre todo porque esta temporada está teniendo más sombra que luces y los aficionados nos conformamos ya con poca cosa.
Mazanares ha vuelto a demostrar su clase y sus conocimientos. Y cómo es capaz de embeber en la muleta un toro, tenga éste las condiciones que tenga. La faena del quinto fue magistral, sobre todo porque el toro no valía para nada. Encontró con prontitud la distancia y mandó en un toro descastado y medio rajado que no tuvo más remedio que seguir la franela del maestro por los caminos que le marcaba. Desde mi punto de vista debería mejorar su colocación cuando pretende torear con la izquierda: no se cruza convenientemente, se queda al hilo de los pitones y por eso las tandas de naturales no acaban de ser redondas. Todas sus faenas han descansado en la mano derecha que maneja con poder y con una lentitud y temple inigualables, bajando la mano, enroscando la embestida en torno a su cintura, dejando la muleta en el hocico del toro y embarcando al animal en un nuevo lance. Y además de conocimientos y técnica, Manzanares tiene pellizco, duende. Por eso Sevilla se le ha rendido y lo ha hecho suyo, aunque sus banderilleros siempre lleven los palos forrados con los colores de su ciudad natal. Pero Manzanares es ya el torero de Sevilla. En el primer toro de ayer se ganó una oreja a ley, pero la señora presidenta no se la quiso dar (¡qué agravio si comparamos con los dos apéndices regalados el jueves!); se la dio en su segundo toro donde hizo una faena de menos enjundia que en el primero y pinchó. Pero bueno está: nos divertimos y dimos la corrida por buena.
Los toros de Jandilla se portaron con lo que son: toros de los que llaman nobles (bobalicones diría yo), blandos hasta la desesperación, descastados... (Me gustaría ver a Manzanares con toros más encastados, con más mordiente, menos "artistas"). Algunos presentaron algún peligro, sobre todo el sexto de Talavante. Pero me hubiera gustado ver ese toro en manos de la cuadrilla de Manzanares. Porque la lidia que le hicieron los toreros que acompañan al extremeño, fue infame y todos sabemos que el cincuenta por ciento de una faena reside en la lidia que se da al toro en los dos primeros tercios. Por eso a Manzanares siempre le llegan los toros en condiciones: porque tiene una extraordinaria cuadrilla (la mejor si exceptuamos a la que acompaña a El Cid, sólo que en ese caso el maestro no está al nivel de sus subalternos). Talavante peleó con ese sexto, pero todo quedó en nada. El año que viene no debería venir tantas tardes: no se las ha ganado.
Castella tuvo un magnífico toro en su primero al que toreó con ambas manos, pero es torero con técnica y muchísimo valor pero poco pellizco. Llegó a cansar un poco en sus faenas en las que expuso de lo lindo, sobre todo en el cuarto de la tarde con el que se la jugó en un quite por chicuelinas y en el cambiado con el que comenzó la faena. Pero dice poco con este ganado bobalicón: pienso que podría hacer otra cosa con toros más encastados, que presenten una pelea digna del poder y la fuerza del francés.
En definitiva, una tarde interesante en la que disfrutamos de lo lindo con el arte y el temple de Manzanares y con el pundonor de Castella. Algo es algo.
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