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VUELTA A LA NORMALIDAD
Dado como fue la tarde de ayer, mientras volvíamos de la Maestranza comentaba que no tenía ni idea de cómo iba a titular este comentario. Y Paco me dio la solución: llámalo "vuelta a la normalidad". Y tenía razón. Después de dos días un poco extraños en los que, con razón o no, se había abierto la Puerta del Príncipe, se había indultado un toro y, sobre todo, se pudieron confrontrar opiniones (que si Juli mereció tal o cual, que si Morante esto o lo otro, que si Manzanares... que si el toro era o no para indultarlo...), hemos vuelto a la normalidad: todos estábamos de acuerdo en que la corrida ha sido un pestiño; es decir, ha sido como todas las anteriores al viernes. Vaya, lo normal del abono.
Lo que Fidel San Román trajo a la Maestranza desde su dehesa de Toledo era pura basura con patas. Mulos con cuernos: mansos, descastados, mal presentados, algunos muy gordos, otros chicos, pero todos blandos e indignos de una plaza y una feria como la de Sevilla. Vamos, puros juanpedros. Es lo que tiene apuntarse a la cría del toro artista para colocarlos en los carteles de fuste. Se les quita tanta casta, se busca tanta "nobleza", que sale esto: bueyes de carreta. Pues ya saben toreros, apoderados y empresas qué es lo que pasa después. Un fracaso en toda regla y además televisado. A ver si el año que viene la empresa Pagés vuelve a comprar más ventorrillos.
Con ese mal ganado, el único torero que defendió su inclusión en el cartel fue Juli, como no podía ser menos dada la profesionalidad, conocimientos y vergüenza torera del personaje. Perera y Luque dieron un petardo de categoría. Luque ha dejado ver que no tiene sitio ni, al parecer, ganas de encontrarlo. La para algunos joven esperanza de la torería sevillana demostró que está falto de recursos y no supo qué hacer con ninguno de sus oponentes. Tan fuera de todo está que incluso brindó un toro que fue protestado por el público por su evidente falta de fuerzas, pero que el presidente dejó en la plaza (mejor, porque al menos pudimos irnos antes). Y parece que ha contagiado su desgana y sus carencias al bueno torero que era Mariano de la Viña.
Perera por su parte ha perdido los papeles y parece que los petardos que dio el año pasado no fueron consecuencia de una pájara circunstancial: lo realmente circunstancial fueron sus éxitos de los dos años anteriores. Toreó siempre fuera de sitio (Paco dice que toreaba por teléfono), sin recursos, dejándose enganchar los trastos, y mato mal. Vaya que ha hecho todos los méritos, junto con Daniel Luque, para no volver a la Maestranza.
Lo dicho, una tarde más para olvidar. Lo normal, vamos.
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