domingo, 11 de abril de 2010

YO NUNCA FUI A UNA ESCUELA TAURINA



Tendría 11 o 12 años cuando fui por primera vez a la plaza de toros de Sevilla. Me llevó mi tío Víctor que era aficionado y decía que había sido compañero de colegio de alguno de los Ordóñez con los que compartía adolescencia en el Nervión de la posguerra. Era un festival de invierno a beneficio de alguna causa en el que quiero recordar que toreó Domingo Ortega, con pelos ya muy blancos, junto a otros grandes de la época. Estaba anunciado también Curro Romero pero finalmente no acudió, de modo que tuve que esperar muchos años para ver al maestro de Camas en el ruedo. Fuimos al tendido 11, muy cerca de donde ahora me siento, y mi tío que decía que ese era tendido de buenos aficionados, me fue explicando las suertes y los lances y me contaba algunas cosas de los matadores que intervinieron en el festival. Así descubrí el toreo y comenzó mi afición que, a pesar de ganaderos, empresas y toreros de pacotilla, ha ido creciendo hasta hoy. Desde entonces fui aprendiendo poco a poco sobre los toros y las suertes del toreo. Ahora preguntando a mi padre, también buen aficionado aunque nunca frecuentó demasiado los duros asientos maestrantes; ahora leyendo las crónicas taurinas en el periódico (en el ABC, claro, que era casi el único que se editaba en Sevilla y el que se leia en casa) o en la revista El Ruedo que a veces veía en alguna biblioteca pública (todavía conservo el número que tenía mi padre en el que se daba cuenta de la cogida y muerte de Manolete en Linares); ahora pegando la oreja a los grupos de aficionados que discutían mientras esperaban la llegada de los matadores en la calle Iris desde donde Antonio Ordóñez recordaba sus años de gloria asomado al balcón de su casa; ahora preguntando a los aficionados, o leyendo las tauromaquias de los maestros.
Fue así como aprendí que hay distintas clases de toros y que cada uno tiene su lidia. Que los naturales se dan "con la muleta en la mano izquierda, el estoque en la derecha y los... [el corazón] en el medio"  que decía el citado maestro Ordóñez, y que para que fueran perfectos el torero debía citar en el pitón contrario y dando al toro medio pecho (menos cuando se ejecutaban de frente y con la muleta recogida como un cartucho de pescao, a la manera de El Espartero y el maestro Pepe Luis). Aprendí también que la de ser manso era una de las condiciones del toro bravo, y que los mansos tienen una lidia y los toros encastados otra. Y que saber torear a un manso es una cualidad de las grandes figuras del toreo (dicen los aficionados viejos que antes había muchos más mansos que ahora). De modo que no aprendí tauramaquia en ninguna escuela taurina. Porque no fui a ninguna y me parece que porque en esas instituciones docentes no se enseña eso.
Todo esto viene a cuento de la corrida de ayer en la Maestranza. Los tres matadores de la primera corrida de toros del ciclo abrileño han ido a la escuela (taurina, claro): Salvador Vega a la de Algeciras, Miguel Ángel Delgado a la de Écija y Miguel Tendero a la de Albacete. Bueno pues parece que todos han leído un sólo libro y desde luego no es de tauromaquia. Resulta sorprendente que Delgado quisiera hacer a su primer toro, un manso pregonao desde que salió al ruedo, la misma faena que le hacen casi todos los antiguos alumnos de las escuelas taurinas a los toros encastados. Eso sí, realmente la misma faena que le quieren hacer a todos los toros. Una tanda por aquí, una tanda por allí y mucha posturita; que tauromaquia saben poca, pero en "darse importancia" tienen matrícula de honor. Deberían enseñar a los infantes que quieren ser matadores de toros que a los mansos se les corre para atrás para encelarlos, y que una faena por delante y sobre los pies también puede ser premiada.
Claro que esto último pasaría si los públicos que acuden a las plazas de toros también se ilustraran un poquito sobre en qué consiste esto del llamado arte de Cúchares. Ayer en la Maestranza, que dicen que es un templo del toreo, había un público absolutamente iletrado (por lo menos en tauromaquia). Porque ver cómo se aplaudían los naturales de Delgado y de Tendero, siempre fuera de cacho y al hilo del pitón, sin cruzarse y sin poner los... [el corazón] en el medio como pedía el maestro Ordóñez, fue un espectáculo lamentable. Les aseguro que si no fuera porque Tendero dio en su primero toda una lección de pinchauvismo (¿vendrá esta palabra en el diccionario de la RAE?) el respetable maestrante le habría pedido una enfervorizada oreja. Lamentable, oiga. De lo de Salvador Vega mejor ni hablar, para qué.
Ah! Y tampoco ayer hubo suerte de varas.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo en el análisis que haces, y como una demostración más de lo que significa ser "alumno aventajado de una escuela taurina", hay que recordar el hecho del torero que fue desarmado por el toro, y dejo abandonado el capote en el ruedo hasta que lo quitó alguién, (en este caso otro compañero de terna), "el maestro no puede hacer el gesto de recoger el capote".
    Pero me gustaría añadir algo más a la corrida de ayer, desde hace años, los aficionados les denominabamos a esta semana "la semana torista", y me pregunto ¿Puede estar la ganadería de Pereda en esta semana?, ¿Mostraron los toros de ayer un actitud distinta de las que mostráron los toros del domingo o de los que esperamos ver en "la semana de farolillos"?.......
    Y respecto al público he de decir, que este no es mi público de la semana torista, que me lo han cambiado. No entiendo las razones que llevan a muchos de los asistentes a la corrida a aplaudir o jalear determinados lances de la corrida, y me pregunto ¿Es por desconocimiento, o es una forma de defenderse del tedio que produce la corrida?...
    No obstante, no perdamos la esperanza, es lo que nos queda por ahora.
    Salud

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