En la arena de la Maestranza ayer se hizo presente el toreo. Y el protagonista fue un torero de Gerena que se acartela con el nombre de Daniel Luque. Después de cuatro toros de El Parralejo que no dijeron nada, apareció el quinto llamado Príncipe, que le tocó en suerte al de Gerena. Un toro bravo que se encontró con un torero en sazón. La faena fue excelsa. Naturales, redondos, ayudados, trincherillas, pases de pecho... Todo hecho con ritmo, cadencia, temple y mando. Estocada por derecho y hasta un poco contraria. Dos orejas sin discusión y la Maestranza rendida a sus pies.
Es digna de admiración la evolución de este torero. Daniel Luque tomó la alternativa en 2007 y durante unas temporadas fue un joven torero mimado por las empresas. En Sevilla toreó una temporada tras otra, y una tras otra fue cayendo en un pozo del que parecía no poder salir. Las esperanzas que despertó de novillero se fueron diluyendo y pasó de ser protagonista de carteles de lujo al olvido. Mi impresión es que las temporadas del 2011 y el 2012 marcaron la decadencia absoluta del torero.
Pero también ahí empezó la recuperación: corridas duras, mucha plaza de pueblo, lucha continua para volver al sitio que quería ocupar en el toreo. Quería mostrarse a sí mismo y mostrar a los aficionados que tiene madera de figura del toreo. Y así, año a año, toro a toro, se ha convertido en uno de los mejores toreros del escalafón. El pasado año salió por la Puerta del Príncipe y este año ha ganado dos orejas de peso. Ahora se ha ganado el sitio no por el mimo de la empresa sino por méritos propios. Haciendo toreo de muchos quilates. ¡Ojalá le dure este momento de gracia! Por su bien y por el de la tauromaquia.
Miguel Ángel Perera pasó por allí: con lo que le salió por la puerta de chiqueros no se podía hacer nada. Y el debutante Francisco de Manuel mostró que tiene maneras. Habrá que verlo en otra ocasión con toros de verdad.
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