Los de Santiago Domecq, que el pasado año dieron buen juego y merecieron premios, este año han formado parte de las camadas vulgares que pisan el albero de la Maestranza. Porque eso es lo que fueron los toros que ayer se corrieron: vulgares y aburridos. En general con la casta justita y con poquita (muy poquita) fuerza. Les daba para los dos primeros tercios. Después, nada de nada.
Y no sé si fue por contagio o porque ellos son así, los tres matadores contribuyeron a que fuera una corrida vulgar. Quizá sólo se salvó en algunos momentos Álvaro Lorenzo. Un joven matador que se va asentando año a año pero que, cultivando ese austero toreo castellano, acaba siendo un tanto aburrido pegapases. Con el quinto, que fue uno de los mejores del sorteo, se apretó y consiguió sacar del sopor al respetable. Mató regular y el señor presidente le concedió una oreja que se antoja un premio de saldo: la Maestranza ha perdido la afición, y eso que ayer estaba la plaza medio vacía y había mayoría de abonados.
José Garrido pasó por allí. Dejó der ese torero bullidor que fue antaño. Demostró con su primero que sabe torear, y muy bien, con la capa. Pero ahí se acabó. No sabemos si con otros ganado podría haber ofrecido otro toreo. Pero con éste aburrió a las moscas. Eso sí, vendió su actuación como una actuación voluntariosa, pero eso sólo muestra que es buen actor.
Y Cadaval... Qué decir de Cadaval. Este hombre mostró que tiene afición y voluntad. Pero desde que lo vi en su etapa de novillero pienso que no está llamado a formar parte del Olimpo taurino. Tiene voluntad y ganas. Ha superado una grave lesión vertebral. Y ahí sigue: reapareciendo en la Maestranza, primorosamente vestido de verde esperanza y oro, pero aburriendo al respetable. Es evidente que es un protegido de la empresa, pero pienso que necesita pueblear mucho antes de volver a pisar el albero sevillano.
En fin. Una corrida vulgar. Esperemos que al final del ciclo podamos decir que ha sido la excepción.
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