Volvió el Domingo de Resurrección a Sevilla y todo se volvió a repetir. El domingo de la marmota: seis toros de la prolífica estirpe de los juanpedros; tres matadores de relumbrón, figuras incontestables de la tauromaquia; "No hay billetes" en las taquillas; gente guapa paseando ante la Puerta del Príncipe preocupados por que los vean, los reconozcan y los fotografíen para salir en los medios... Todo igual. Y al final del sexto, todo igual. El domingo de la marmota.
Como no podía ser menos, los núñezdelcuvillo, si se exceptúa el quinto, formaron parte de un fiasco ganadero. Toros de Sevilla: bajos y con la cara justa y bien colocada. Toros bonitos. Pero aunque tenían peso adecuado, la mayoría parecían novilletes regordíos. Descastados (a excepción de nuevo del quinto). Nobles (esto es, casi tontos) como se acostumbra. Flojos. Tan flojos que más de uno debió ser devuelto a los corrales (a donde sólo volvió ya muerto el cuarto porque se partió una pata). Pero eso es algo que en la Maestranza no ocurre casi nunca.
Así que la corrida fue un peñazo. Si exceptuamos el quinto que tuvo la suerte de tocarle a El Juli que realizó una faena memorable, muy en su estilo. Dominio, pases largos, temple... Lástima del espadazo trasero (marca de la casa). De no ser así habría sido una faena redonda. Pero a pesar de todo el presidente le concedió las dos orejas que una parte del público solicitó. De donde se deduce que este presidente, Gabriel Fernández Rey, es un blando y que los tendidos de la Maestranza estaban llenos de público y de pocos aficionados. También en esto fue el domingo de la marmota.
Morante de la Puebla y Roca Rey no pudieron hacer nada con lo que les cayó en suerte. Pero la culpa la tienen ellos. ¿O no tienen veedores que les ven los toros para estas ocasiones tan especiales? ¿O no quieren estos toritos nobles y bonitos para asegurarse el éxito ante públicos poco exigentes? Pues que no se quejen.
Eso sí, Morante iba hecho un pincel. No se puede vestir con más torería. Va a pasar con Morante lo que pasaba con el gran Curro. Sólo verlo hacer el paseíllo ya justificaba la entrada. Pues a Morante sólo con ver cómo va vestido ya se justifica.
Los responsables del ruedo deberían cuidar que los areneros pinten bien las rayas: cada año las pintan peor.
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