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UNA ESTOCADA, FANDI Y EL DILUVIO
En medio del diluvio universal que cayó ayer en Sevilla, Padilla recetó ayer a su primero una estocada que le puede proporcionar de nuevo el premio a la mejor estocada de la Feria. Al segundo también lo mató a la primera, pero me parece que cayó un poco desprendida. Dos buenas suertes de matar como colofón a dos faenas a su manera, en las que se entregó pero le faltaron toros.
Los toros que Álvaro Domecq trajo ayer a Sevilla, cuya lidia siguió desde su barrera del 1, fueron de lo mejor que se ha visto en la feria. La primera sorpresa fue que ningún Torrestrella fue devuelto en el reconocimiento, lo que ya es un mérito. En segundo lugar, estuvieron en general bien presentados (sólo uno tenía cara de novillito), dieron buen juego en los caballos, lo que aprovechó El Cordobés para acabar con los suyos directamente en el tercio de varas, y mostraron casta y acometividad. La nota negativa la tuvieron en las fuerzas. Cuando llegaron al tercer tercio se caían clamorosamente: las fuerzas no acompañaban a su casta. A unos los corrieron hasta la extenuación en las banderillas de Fandi y Padilla; a otros dos, como ya dije, les dieron de lo lindo en los caballos, y todo eso se notó en su comportamiento ante las muletas. Pero en general ha sido un buen encierro al que deberíamos haber visto con otros matadores (¿qué tal con Manzanares?). No ha sido entonces casualidad que un toro de Torrestrella fuera el ganador de la corrida concurso celebrada en Zaragoza el día de San Marcos. Y también han puesto en evidencia que con sangre Domecq se puede criar otro toro distinto al que ha degenerado de la alquimia (Fernando Naranjo dixit) de Juan Pedro Domecq Solís. Sólo les falta un poco más de gimnasio, porque tenían musculatura endeblita. Claro que a lo mejor entonces tendrían que lidiarse en esas corridas que llaman toristas, porque un toro encastado, codicioso y con fuerzas no lo querrían torear las figuras.
El triunfador de la tarde fue sin duda Fandi. Se le veía feliz dando la vuelta al ruedo con su orejita, después que en tantas ocasiones tratara de agradar al público sevillano sin conseguir la recompensa buscada. Fandila es un trabajador del toreo y un trabajador incansable. A los aficionados nos podrá gustar o no el toreo que ejecuta (tampoco gustaba el de Manuel Benítez, y a ver quien lo saca de los anales de la tauromaquia), pero da todo lo que tiene en cada toro. Y lo hace lo mejor que sabe y puede. Ayer, bajo dos aguaceros de campeonato, toreó de capa con variedad de suertes (muy bonitas las navarras) y a veces con las manos bajas y templanza en la ejecución de la verónica; cuidó a sus toros en las varas; puso banderillas a su estilo, arriesgado una barbaridad bajo el diluvio; cumplió en el tercer tercio ante dos enemigos boyantes y los mató a la primera. Es verdad que otros toreros hubieran hubieran lucido mejor a los toros, pero ¿por qué no se quisieron anunciar con ellos? De modo que a alguien le parecerá que su oreja fue de poco mérito, pero yo creo que se la ganó a pulso. Más que otros, a los que les han regalado alguna orejita que otra. Dirán que la oreja la pidieron desde los tendidos de la solanera los incondicionales del granadino, pero no es verdad: entre los paraguas de la sombra aparecieron muchos pañuelos, y no todos eran de advenedizos a los que los abonados habían regalado las entradas. Está claro que no formo parte de los seguidores de David Fandila, pero no me aburrí bajo la lluvia durante su actuación. Me alegro por este torero honesto, batallador y que siempre tiene una sonrisa en la boca.
Bueno, que visto lo visto en lo que va de feria, la corrida de ayer fue entretenida y, a pesar del diluvio que soportamos bajo nuestros capotes, no salimos de la plaza presos del tedio y el aburrimiento. Que no es poco.
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