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TOROS
Por primera vez no se ha devuelto ningún toro en el reconocimiento ni se tuvo que remendar el cartel con ningún ejemplar del Conde de la Maza o de Montealto. Como no hubo baile de corrales, pues los ocho toros que Cuadri trajo a Sevilla se reseñaron en el cartel: seis, dos de ellos cinqueños, para la lidia y dos como sobreros. Y qué toros. Los seis que se lidiaron eran de imponente aspecto, con trapío, puros santacoloma. Hondos, cuajados, enrazados y con una leña por delante como para asustar al más pintado. Sólo el primero parecía un poco regordío; los otros cinco eran largos y altos, con cajas a las que correspondía el peso que dieron en la romana. Hemos visto en el ruedo seis toros de verdad y con distinto comportamiento: casi todos mansearon en el primer tercio, unos fueron más broncos, otros más parados, alguno fue un poco blando, todos toparon de recibo en las tablas y todos pidieron a sus lidiadores el carné de torero. Tuvieron mucho peligro y los espadas, ninguno de ellos figuras de la primera fila y con no demasiados festejos en el coleto, tuvieron armarse de valor y hacer uso de todos los recursos de su oficio.
El comportamiento de los matadores tampoco fue uniforme: cada uno salió del trance como mejor supo y pudo. Antonio Barrera me decepcionó; parece haber perdido el sitio y la afición. Para ser éste el único festejo en el que estaba anunciado no echó toda la carne en el asador, y aunque en el segundo de su lote pareció iniciar la faena con entusiasmo, pronto perdió los ánimos y volvió al camino que había emprendido en el que abría plaza: toreo despegado y ventajista, sin dar distancia a los toros. Quizás no es el toro que le va y prefiere los que salen en los ruedos mexicanos, con los que triunfa como solía hacerlo antaño por estos pagos. Tampoco me gustó el toreo encimista de Javier Castaño, que no dio las distancias a sus toros y que abusó del pico de la muleta. Sólo en el quinto presentó alguna vez la muleta en condiciones. Los arrimones no permiten el toreo y embarcando a los toros con el pico de la muleta siempre se vacía la embestida hacia las afueras y no hay forma de ligar. Me gustó por el contrario la actuación de Alberto Aguilar que estuvo muy firme con sus dos toros, a los que dio distancia y embarcó en varias tandas de mérito, aunque estuvo algo falto de mando. Daba miedo, por su corta estatura, verlo pasar aquellos morlacos que le llegaban a la altura de las hombreras. La mala actuación con el descabello ensombreció dos buenas actuaciones.
En fin que fue una corrida para aficionados en la que no nos aburrimos. Algo es algo.
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