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¿TÚ TAMBIÉN, VICTORINO?
Otra vez el baile de corrales. Y esta vez al reputado como uno de los representantes más serios y honestos del paisaje ganadero. Pues también a Victorino le devolvieron cuatro reses: dos por despitorrados y dos por falta de trapío. Con eso y todo, hemos visto una corrida de toros. Que ya era hora. El encierro estaba desigualmente presentado; con dos toros fuera de tipo, grandones y feuchos, y otro demasiado chico. Uno, quizás el de mejor juego, era cinqueño. Debería Victorino Martín haber presentado una corrida más igualada, pero, claro, siendo para Sevilla...
Los saltillos del hierro del Marqués de Albaserrada dieron también juego desigual y todos blandearon durante la lidia. Algunos mansearon más y otros menos. Ninguno fue con prontitud al caballo y fueron picados desigualmente. Alguno metió la cabeza bajo el peto, empujando con codicia; otros se fueron del caballo a poco de sentir el picotazo. Unos presentaron más dificultades en la lidia (el primero era imposible por la derecha, pero Fandiño tuvo la habilidad de corregirlo); otros, un poco menos. Todos se comportaron como se espera de este encaste (ya saben, buscando los pies de su contrario) aunque ninguno fue lo que se dice una alimaña. Unos fueron aplaudidos al aparecer en el ruedo y en el arrastre, y otros no. Una corrida de toros en definitiva. Cada uno con sus características, cada uno con sus dificultades, pero los seis pidieron el carnet de torero a sus lidiadores. Ya era hora de que viéramos toros en el albero de la plaza. Sólo con eso nos dimos por contentos. Que no es poco estando las cosas como están.
El mano a mano lo ganó claramente Fandiño que estuvo muy seguro y poderoso con los ejemplares que le tocaron en (buena) suerte. El primero lo toreó admirablemente con la izquierda hasta que el animal se aprendió el camino, y entonces dio un par de tandas por la derecha una vez que había corregido las dificultades que el victorino tenía por ese lado por donde le había dado dos peligrosos avisos. En el tercero, un cinqueño que dio muy buen juego, Fandiño estuvo firme y bien plantado. Alargó la mano y le dio distancias, lo que le permitió cuajar una buena faena: cuando las cosas se hacen bien se obtienen buenos resultados. Oreja merecida. Con el quinto estuvo menos firme, aunque también hubo tandas de interés. El público pidió la oreja, pero el presidente hizo bien en no concederla (aunque se han dado orejas con menos merecimientos) y el torero mal al dar una segunda vuelta al ruedo por su cuenta. No lo necesitaba, porque ya tenía el reconocimiento de Sevilla. A los tres los mató bien y por arriba, aunque en las tres ocasiones la espada cayó algo trasera.
David Mora tuvo el peor lote y el peor toro de todo el encierro que salió en segundo lugar. Un toro fuera de tipo, demasiado grandón y regordío que tenía pocas fuerzas para tanto kilo. Pero aunque le puso voluntad, no dio la talla ante sus enemigos. Todos le superaron y en ocasiones se le vio espeso de ideas. No se colocó bien, no dio las distancias adecuadas (a veces recurrió al populista arrimón) ni corrió la mano ni mandó lo que los victorinos precisaban para entregarse. Demasiados toros para él.
Al menos yo he salido satisfecho de la plaza por tercera vez después de nada menos que doce corridas.
¡Ah, lo olvidaba! Tristán volvió a meter la pata con su música durante la lidia del quinto. El toro desarmó a Fandiño. El torero se fue a las tablas a por otra muleta, volvió al ruedo, cambió al toro de terrenos, y la música siguió con el pasodoble. Sería para entretenernos durante ese tiempo muerto. Menos mal que ha dicho en una emisora de radio que el próximo año no estará dirigiendo su banda en la plaza de toros.
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